Perder y ganar

En la vida, en todos los terrenos, los seres humanos nos arriesgamos a perder y ganar. Así de simple, aun sin estar compitiendo por nada ni con nadie, el solo hecho de vivir y tratar de encontrar el camino hacia el futuro que anhelamos, sin querer nos coloca a la defensiva y ha despertado un espíritu competitivo que nos impulsa a luchar por salir victoriosos, pero al mismo tiempo nos hace ver un rival aún en las personas más cercanas.

La soberbia, uno de los peores males que afectan a la humanidad, es la principal razón de la falta de humildad que poco a poco ha ido forjando una generación que se cree infalible y superior a los demás, incluidos aquellos de los que aprendieron todo cuanto saben y a quienes les deben todo lo que son.

En la concepción mental de las personas, perder, no parece ser una opción. Aún cuando es bien sabido que en la vida no todo es miel, pero tampoco, no todo es malo. La vida es como una moneda, tiene dos caras, y si se apuesta a la suerte, siempre uno de los lados nos será más favorable. En el trayecto hacia una meta, una parte del camino será más fácil y placentera, será el momento para avanzar, pero de repente y cuando menos se espera, aparecerán las piedras que nos harán tropezar y los obstáculos que deberemos salvar.Quizás esa tendencia peligrosa de acostumbrarse solo a lo bueno, a ganar, ha impedido que veamos los tropiezos como una inspiración para seguir con mayor esfuerzo, pero con más cautela.

Cuando se apuesta, solo se tienen dos posibilidades, perder o a ganar. Así de simple. Donde quiera habrán personas felices por su triunfo y otras tristes por su derrota. De lo que se trata es de estar preparados para una y otra. De lo que se trata es de disfrutar, celebrar y aceptar con humildad el éxito y del mismo modo, aceptar y analizar las razones del fracaso. Lo importante es que la soberbia no nos haga olvidar que no siempre se gana, pero tampoco debemos permitir que un fracaso nos haga pensar que todo ha terminado y que no vale la pena volverlo a intentar.