Eso parece ser un pensamiento generalizado, que solo en las primeras etapas de la vida, las personas necesitan orientación o recibir un consejo para hacer frente a alguna situación o simplemente para tratar de encauzar su vida por un rumbo distinto.
Sin embargo, muchas veces, mientras más adultas, las personas se sienten más perdidas y desorientadas, sienten que necesitan más de otros para que les ayude a encontrarse con sí mismos.
No se trata de inseguridad o falta de inteligencia, lo que sucede es que en algunos casos el temor a fracasar o a tomar la decisión equivocada es más fuerte que todo, incluso, más que uno mismo.
Son miles los testimonios de personas que sienten que algo es demasiado hermoso para ser verdad, o que afirman no entender porqué algo tan perfecto puede estarle sucediendo, más si toda la vida ha ido transitando de error en error.
Es más en situaciones que implican decisiones transcendentales cuando las personas sienten necesitar a su lado alguien capaz de ayudarles a pensar con mayor claridad, alguien que les haga colocar lentamente o de forma brusca, los pies sobre la tierra, sobre todo cuando la cabeza anda flotando en el aire por algunas distracciones.
Lo cierto es que un buen consejo, una palabra de orientación, una plática que conlleve a conducir a otra persona por el camino correcto, nunca está de más y nunca se es demasiado maduro para escucharla y necesitarla.
Tampoco se es muy adulto para encontrar la salida perfecta o al menos adecuada ante cualquier situación.
A veces cuando más seguros nos perciben, menos autoconfianza poseemos. Muchas veces, la vida se reinicia cada cierta etapa y de una u otra forma regresamos a ese punto en el cual debemos iniciar el camino hacia un futuro, que al parecer va cambiando de lugar según van cambiando nuestras prioridades.