No es de ahora que vengo escuchando quejas de personas que deben pagar cuotas mensuales para mantener en buen estado y libre de vandalismo la última morada de sus familiares.
Las historias abundan y también, la impotencia e indignación, frente a esta práctica odiosa y abusiva ante la cual nadie, al parecer, puede hacer nada.
En los campos santos existe una especie de mafia que trafica con el dolor de quienes han perdido a un ser querido y tratan de mantener su última morada en el mejor estado posible. Estas personas, con pasmoso descaro advierten el peligro de dejar sin vigilancia el lugar de descanso eterno. Es decir, si no pagas, no se te puede garantizar el buen estado del lugar de reposo de tu ser querido.
Aunque parezca mentira, hace un par de años, un grupo de cinco hermanos acudió al cementerio Cristo Salvador, en Santo Domingo Este para realizar trabajos de acondicionamiento en el lugar donde reposan sus padres. La idea era sembrar flores, pintar y podar las plantas que adornaban el sitio, pero tan pronto como el mayor de los hijos comenzó a desmontar los utensilios de limpieza y pintura, se le acercó un hombre y le advirtió que si quería realizar algún trabajo, tenía que asignársele a uno de los “trabajadores del cementerio”.
La explicación fue que nadie podía hacer nada por cuenta propia, ya que para esos fines existía un sindicato de trabajadores. Los hermanos se negaron y realizaron los trabajos que habían ido a realizar y se marcharon a su hogar.
Al día siguiente regresaron para verificar que todo estaba como lo habían dejado el día anterior, pero para su sorpresa, encontraron un desastre. Alguien había destruido todo el trabajo que ellos habían hecho antes y lo peor, no tenían a quien reclamarle. Esta situación no ha cambiado y no creo que estas quejas nunca hayan llegado al despacho y los oídos de ningún alcalde.