Frente a cada situación adversa, en medio de la más terrible desesperación, cuando la incertidumbre nos quita la paz y el valor de seguir intentando, quienes nos rodean nos llaman a no perder la fe y la esperanza. ¿Cuántas veces no hemos escuchado que es la esperanza lo último que se pierde?, pero para creerlo es necesario tener fe.
Nosotros también, en su momento, hemos alentado a otros a no perder la fe, a creer, a confiar, a tener esperanza, aun cuando todo parezca perdido.
No es fácil tener fe, pero nada regala mayor tranquilidad y paz que confiar, sin embargo, no todos confían, no todos pueden creer con los ojos cerrados.
Tener fe es creer y confiar profundamente y a ciegas en alguien o en algo sin contar con ninguna evidencia o pruebas. Es como refieren los cristianos parafraseando al hijo de Dios: “Bienaventurados los que creen sin haber visto”. Y es precisamente sobre la fe, sobre la que se ha erigido la religiosidad en el mundo, sin importar la nomenclatura que les asignen a sus doctrinas.
De que mueve montañas, no tengo constancia, pero millones darán testimonio de que su fe es la causa fundamental de su existencia y que gracias a ella, han encontrado las fuerzas para levantarse cada día y seguir adelante, enfocados en un porvenir que a los ojos de otros podría lucir incierto, pero que para ellos, será desconocido, pero definitivamente mejor que el presente y sus adversidades.
Vivir con fe proporciona una tranquilidad indescifrable, es realmente sentir “paz en medio de la tormenta”, es actuar y caminar por la vida con una actitud tan apacible que llega a ser irritante e incomprensible, pues muchos no logran entender cómo alguien puede estar tan tranquilo en medio de problemas tan terribles.
Es exactamente esa sensación de tener todo bajo control, de sentir que toda situación por caótica qué parezca, no será para siempre, que el sol saldrá después de días de lluvia y que no importa lo oscura y larga que se torne la noche, el nuevo día llegará para invadirlo todo con su luz, para ofrecer una nueva oportunidad de comenzar o de continuar eso que un mal momento nos hizo poner en pausa.