Algunas personas, tanto en el país como aquellos dominicanos radicados en el exterior, han mostrado cierta apatía ante el proceso electoral que concluyó este domingo con las elecciones presidenciales y congresuales.
Sin importar los resultados, lo cierto es que a diferencia de otros procesos, el recién finalizado, para muchos fue un tanto aburrido.
Factores múltiples inciden para tener esta apreciación, como unas encuestas que colocaban al candidato oficialista por encima del 50 por ciento, dando a entender que todo quedaría definido en una primera vuelta. Esta podría ser la principal razón.
Pero a esto podrían sumarse otros motivos, como que quizás ya los políticos han perdido su capacidad de seducción y persuasión, o será que es la gente la que ya ha decidido dejar de soñar con la posibilidad de que sus líderes, al llegar al gobierno, cumplan con las promesas de campaña, las cuales no dejan de ser eso, promesas de campaña, proyectos que quienes los presentan, muchas veces, no tienen la mínima idea de como podrán llevarlos a la práctica.
Sea por la razón que sea, lo cierto es que al igual que cambió la manera de protestar en el país, también lo hizo la manera de hacer política. De hecho, los medios de comunicación entre los candidatos y sus electores son diferentes, ocupando las redes sociales el primer lugar en este canal de comunicación.
Esta realidad no es exclusiva de nuestro país. Lo mismo ocurre en los Estados Unidos, por ejemplo, donde el electorado acudirá a las urnas en noviembre a elegir entre dos candidatos que la mayoría de la población entiende que no debieron correr por la presidencia.
Es decir, que ambos apelan a los indecisos e independientes para hacerse con la victoria, en uno de los procesos electorales más complejos, que por el empate técnico que presentan las encuestas, se vaticina una contienda difícil y peligrosa.
De todo, al final, lo importante es que la población, sin importar de dónde sea, entienda que su manera de participar y expresarse es a través del voto, que no existe razón alguna para arriesgar su vida, ni poner en riesgo la de nadie más.