Sin dudas, una de las más largas batallas que libran las personas es de ser ellas mismas.
Es tan difícil no entrar en conflicto con los demás cuando tratamos de exponer nuestras razones, cuando éstas difieren de las opiniones de los otros.
La intolerancia de algunas personas, lleva a otras a cambiar su propia esencia por temor a perder la aprobación o simpatía de su entorno.
Ser uno mismo, muchas veces, conlleva pagar un precio muy alto, demasiado alto. Una persona que no teme expresar de manera honesta y abierta lo que piensa o lo que siente, de seguro no contará con un círculo de amigos muy amplio. No olvidemos que a la gente solo le gusta escuchar aquello que quiere escuchar, cuando lo que le dices no le resulta conveniente o agradable, la respuesta será alejarse y te considerará un enemigo.
Tu personalidad es una de las características que te harán ganar tanto admiradores como detractores. Aunque en el fondo, quienes más critican tu manera de ser y de vivir, son precisamente quienes más quisieran ser como tú. No olvidemos que la envidia es la única forma de admiración que conocen los mediocres.
Algunas veces, ser auténticos nos lleva a herir a los otros y muchas veces, una parte de esos otros, se siente tan lastimado con la verdad, que jamás volverá a dirigirte la palabra.
Será por siempre tu enemigo, te alejará de su vida para siempre.
Mientras que la otra parte, con frecuencia la minoría, entenderá tu actitud. Sabrá exactamente el porqué y aceptará y entenderá que solo recibió lo merecido. Esos prefieren ser heridos con la verdad, antes que ser acariciados por las suaves y tibias manos de una mentira.
A pesar de la soledad que genere la autenticidad, sin importar que cuentes a tus verdaderos amigos con los dedos de una mano y te sobren dedos, sin prestar oídos a los comentarios negativos sobre tu persona, jamás, ni por nada, ni por ganar algo, ni por nadie, ni por ganar afectos, nunca renuncies a ser tú mismo, no abras tu boca para poner melodías en los oídos de los otros con el dulce sonido de la mentira, prefiere siempre ser herido y a su vez, herir con el acero implacable de la verdad.