No es nueva la reprochable práctica de grabar y subir a las redes sociales vídeos en los cuales se está cometiendo un crimen o un delito.
Así mismo, nos han hecho testigos de accidentes y situaciones de riesgo que acontecen a personas de todas las edades.
Desde accidentes de tránsito, peleas mortales, tiroteos, robos, asaltos, personas abusando de otros más débiles, pequeños o discapacitados.
Nos exponen y exponen a los más jóvenes a presenciar actos de crueldad animal, sin sanción alguna.
Unas veces se escucha a personas gritar indignados, mientras que estos vídeos están siendo grabados, pero nadie hace nada.
Todos conocemos del nivel de maldad y deshonestidad que pueden tener las personas y aunque al principio lograba asombrar a la humanidad, ya nadie se sorprende de hasta dónde pueden llegar algunos y de que además se enorgullezcan de mostrarle al mundo de lo que son capaces.
Eso ya es normal. Es evidente la pérdida de valores y el espíritu destructivo que habita en una parte importante de la sociedad.
Lo que nunca debe ser visto con naturalidad es que cada vez más personas se preocupen más por buscar sus celulares y ponerse a grabar en vez de ayudar o buscar ayuda para salvar la vida de una mujer maltratada por su pareja o ex pareja.
No debe ser visto como algo normal que alguien se ponga a sacar fotos y vídeos en vez de ir en auxilio de un accidentado que se desangra mal herido.
No debe resultar común y corriente dejar de actuar e impedir una muerte, el maltrato y la crueldad cometida contra un animal inocente y además indefenso, con tal de tener un vídeo con el cual ganar muchos “likes” y miles de reproducciones.
Recientemente se ha vuelto viral el video de un hombre que arroja a un niño a un tanque de agua y uno se pregunta ¿qué tendrá en la cabeza una persona que se limita solo a grabar en una situación semejante? De lo que pueda tener en su alma, no hay ni que preocuparse, pues por demás está claro que no puede tener alma.
Este caso, del cual el Ministerio Público ha dicho estar investigando, debería ser el inicio para castigar a quienes graban en vez de ayudar o salvar y proteger.
No estaría mal, incluirlos en los expedientes como cómplices de cualquier hecho criminal que bien podrían haber evitado.