La soledad es el estado de angustia o incomodidad que resulta cuando una persona percibe una brecha entre los deseos de conexión social y las experiencias reales que tiene
La soledad es el estado de angustia o incomodidad que resulta cuando una persona percibe una brecha entre los deseos de conexión social y las experiencias reales que tiene

Es común escuchar que solo muere aquello que se olvida. Esto es aplicable a personas y cosas. Mantener en la memoria personas, lugares, momentos, con sus fechas y sus horas, representa la prolongación de la existencia de eso. Es precisamente la memoria, ese archivo al que se acude cada vez que alguna cosa, tal vez el sonido de una melodía o el tono de voz similar al de alguien más, nos transporta a un tiempo o a un lugar en donde fuimos felices o a ese día en el que nos sentimos terriblemente tristes.

Muchas veces, el olvido no es otra cosa que el lugar en el cual almacenados esos recuerdos que nos negamos a compartir, esos que solo nos pertenecen a nosotros y que no tenemos ni la intención, ni la obligación de revelar a nadie más.

Así es, no siempre es cierto cuando aseguramos haber olvidado a algo o a alguien. En realidad, lo hacemos para dejar a ese algo o a ese alguien en ese rincón especial que todos tenemos y que a algunos les da por llamar olvido.

Aquello que recordamos y lo que ferozmente tratamos de olvidar, solo se diferencian entre sí, por el momento en que de forma sigilosa llega a nuestra memoria. En el rincón del olvido, colocamos con delicada devoción, todo aquello que a los ojos de otros no merecíamos vivir, las cosas por las que un día desafiamos al mundo, por creer con firmeza que era lo mejor y al final comprendimos que fue un grave error, pero que en su momento fue nuestra mayor felicidad.

En ese mismo lugar, guardamos todos esos desaciertos, que habríamos podido evitar, con solo haber prestado atención a una sola de las muchas voces de advertencia que nos negamos a escuchar
En ese rincón descansan los fracasos de más de una lucha estéril en la que nos enfrascamos, aun con todas las de perder, sin más armas que la terquedad y la soberbia. Allí no es difícil encontrar las consecuencias de nuestras malas acciones, todo aquello que sentimos como un castigo, aunque frente a los demás juramos no merecer.

Hay tanto que esconder y tanto que silenciar en el reducido espacio de nuestro olvido que a veces no podemos evitar que algún que otro secreto salga a la luz y deje al descubierto todo aquello que afanosamente nos empeñamos en sepultar en el pequeño rincón que reservamos para el olvido.

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