Es verdad, como lo dijo el maestro Charles Aznavour: “Juventud es delicia, juventud es caricia y también es canción”. Es la etapa de construir y crecer, de diseñar el futuro y comenzar a crear las bases sobre las cuales edificar el porvenir.
Pero, también recuerda Aznavour en sus versos, que “ La juventud no dura, se pasa sin sentir. Lo mismo que una flor, la juventud de prisa se va con el amor”.
Sí, ciertamente es un tiempo corto, más corto de lo deseado. Tan corto y fugaz como una primavera, tan cálido y feliz como el ardiente verano.
Es una etapa hermosa, durante la que se apuesta siempre a ganar. Sin embargo, toda esa belleza jamás podrá superar el valor de la experiencia, de los conocimientos que se van acumulando en el trayecto de la vida.
El paso del tiempo, lo que se va aprendiendo en la vida, los golpes, fracasos y desengaños nos vuelven un poco más sabios cada día.
Ser joven, tener ideas nuevas y toda la energía para hacerlas realidad, es sin dudas una herramienta importante y por lo tanto debe tomarse en cuenta, pero descalificar a alguien por ser un adulto mayor y negarse a tomar en consideración sus consejos, por creer que son obsoletos, más que una falta total de respeto y de valoración, es una muestra de poca inteligencia.
Pensar que la juventud será eterna, es tan absurdo como negar la importancia de la experiencia.
Cerrar los oídos a las sabias palabras de aquellos que antes pasaron por las situaciones por las que nosotros pasamos ahora, hace más difícil encontrar la solución más inteligente, como también evita que lleguemos a cometer tantos errores.