Vivir la realidad que nos rodea, asumirla cada día con sus complicaciones, sus retos, sus desafíos, más que cualquier cosa, es una obligación. Las personas deben estar en el hoy y el ahora. Necesariamente deben poner sus pies en la tierra y enfocar sus ideas y pensamientos en el presente. Es la principal manera de seguir adelante, de apurar los pasos hacia el incierto porvenir.

Pero ¿qué hay de todo aquello que forma parte inseparable de la existencia de cada ser humano? ¿Qué hacer con el pasado? Ese pasado que forma parte indivisible de la vida de cada persona. Un pasado que a veces es tan hermoso y extraordinario que nos hace viajar a él una y otra vez, en cualquier momento y lugar. Una historia que deseamos volver a vivir, pero que sabemos que ya no será más.

Están también esas situaciones que por dolorosas quisiéramos nunca haber vivido, pero están ahí, como una herida perenne, que solo está cerrada en la superficie, pero que por dentro no para de sangrar.
No está mal de vez en cuando viajar con el pensamiento a ese lugar y momento en que sentimos que la felicidad sería la norma, no sólo porque recordar es volver a vivir y en este caso, sería volver a ser feliz, porque nos sirve para aprender a vivir de manera intensa cada episodio de felicidad, con la conciencia de que jamás volverá a repetirse.

Es triste ver y saber de personas que luchan de forma afanosa por repetir la misma historia cada cierto tiempo. Solo cambian el personaje central de sus afectos, y pretenden que al decir las mismas frases y hacer las mismas cosas, estarán reviviendo ese tiempo feliz. Olvidan que, si segundas partes jamás han sido buenas, menos lo será una tercera, cuarta o quinta.

Los seres humanos vivimos, es la vida y sus circunstancias la que nos traza el camino a seguir. El presente, que inicia cada día, debe ser siempre el foco de atención. Es, además, el camino más directo hacia el futuro o hacia el mañana. Esto de ninguna manera quiere decir que el pasado se convierta en una sombra lejana, que hay que olvidar a toda costa.

El pasado es ese libro de consultas donde acudir para evitar cometer los mismos errores y protegernos de los mismos engaños. Es el referente para establecer la diferencia entre la verdad y la mentira, aunque estas se han hecho aliadas, y en muchas ocasiones, se disfraza una de la otra. Es, pues, una herramienta imprescindible para caminar con pasos firmes, hacia un futuro, que puede ser tan inminente como incierto e impredecible.

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