Más de uno se ha sentido cansado, sin deseos de hacer o decir, con un terrible temor a sentir, aterrados ante el mañana del que no esperan nada bueno.
Son muchos los que sienten que han dejado escapar el tiempo más precioso, sus mejores momentos, que se lamentan por haber dejado ir las mejores oportunidades, aquellas que por buenas, solo llegan a nuestra puerta una sola vez.
Algunas personas, sobre todo, aquellas que están conscientes de ser las responsables de haber perdido lo mejor que tenían, no dejan de lamentarse y arrepentirse de su debilidad, de no haber defendido lo que habían logrado y todo aquello que estaban muy cerca de alcanzar.
Es muy triste saber que algunos permiten que sean otros los que decidan por ellos, que otros les impongan cosas, que otros sean quienes determinen lo que es más conveniente, sin importarles sus sentimientos, sus planes y proyectos.
Es imposible no sentirse fracasado cuando vives conforme a lo que otros te imponen.
Es desesperante encerrar dentro del armazón de un cuerpo que va tirado por los hilos de un titiritero, la voluntad, los anhelos y deseos propios. Es como sepultar nuestro ser.
Parece increíble, pero quienes viven conforme a las directrices de otros, son más de lo que alguien podría imaginarse. Lo bueno es que nunca es tarde para resurgir renovados, fuertes, vigorosos y aunque reclamar y luchar por recuperar nuestras vidas y vivirlas conforme a nuestro propósito, suponga un alto precio, es imprescindible estar dispuestos a pagarlo.
Nunca es tarde para luchar por nosotros, no importa que en un tiempo de debilidad, de soledad, de no recibir el apoyo deseado, de no haber escuchado aquella palabra esperada, que sin dudas lo habría cambiado todo, nos sentimos solos y dejamos que otros dirigieran nuestros pasos.
Aunque sintamos que todo está en nuestra contra, que lo hemos perdido todo, que lo que fue no será más, que es muy fuerte la corriente que parece arrastrarnos al fracaso total, siempre podremos nadar contra ella y regresar al puerto, a ese punto de partida para tomar si no el rumbo correcto, al menos el que sí deseamos, pues solo así recorreremos el camino con entusiasmo y optimismo.