Tanto confiar como ser confiables es importante, pero son cosas muy distintas.
Una te hace blanco de decepciones y frustraciones, la otra te proyecta como una persona admirable, respetable. Alguien que con sus acciones se ha ganado la confianza de los demás.
Te convierte en alguien, a quien, incluso, sus más ácidos críticos y opositores deben reconocer su condición de persona íntegra y honesta.
Confiar, no te deja más opción que creer en los otros. Te lleva a poner en manos que crees idónea tus valores más preciados, te invita a contar tus más íntimos secretos, sueños y deseos, con total convicción de que tus palabras están siendo guardados en un cofre con fuertes cerraduras. No tienes dudas ni temor. Tu secreto está a salvo.
Cuando confías, no hay espacio para inseguridades, ni temores.
Quizás por eso es tan doloroso cuando traicionan esa confianza.
Descubrir que aquellos en quienes confiabas a ciegas, eran, sin revelarse, tus peores enemigos. Al principio la sensación horrible, nos hace pensar que hemos sido unos tontos, que de haber sido más inteligentes, de seguro no se habrían burlado de nosotros.
Pero, cuando pasa el momento amargo del desengaño, nos damos cuenta que en verdad es quien traiciona, quien al final pierde, pues quien confió, entregó una sincera amistad, un afecto real, que difícilmente pueda llegar a comprender.
Por otro lado, cuando eres confiable, es porque tu accionar a través de la vida le ha enseñado a los otros que la honestidad y la lealtad son tus sellos distintivos.
Cuando inspiras la confianza de los demás, es porque has sabido guardar los secretos que te confía una persona, aunque por cualquier motivo, te hayas distanciando de ella.
Ser confiables, nos compromete, nos obliga a no defraudar a quienes confían en nosotros.
Ganar la confianza de los demás es difícil, conlleva transitar un largo camino lleno de buenas acciones, con innumerables pruebas de honestidad y lealtad.
Sin embargo, dejar de serlo es tan fácil. Basta una mentira, una acción que ponga en duda la transparencia de una acción.
El camino es relativamente corto, pero las malas acciones que lo acompañan pesan tanto que marcan para siempre.
Confiar te hace vivir sin recelos, sin esperar siempre lo peor.
Eso es lo mejor de ser confiado.
Ser confiable te compromete a ser mejor persona cada día.
Esa es una de las mejores razones para nunca dejar de inspirar confianza en los demás.