La nueva ley de partidos políticos -la 33-18- que duro más de dos décadas engavetada, por voluntad política-coyuntural de todos los partidos -¡sin excepción!-, ha devenido en la mas sui géneris metamorfosis -cuasi de ciencia ficción-, veamos: a) un partido que nunca fue partido, si no hechura-maquinaria política-electoral de un caudillo ilustrado; por demás, cuadro orgánico trujillista-imperialista y partero del bonapartismo sangriento-fraudulento (1966-78), que ahora se proclama partido de “cuadros” (¡por favor!); b) una minoría política-electoral -mescolanza de ex funcionarios, “izquierda burra” y candidatos fallidos- se ponen de acuerdo para aceptar, de buenas ganas (¿?), lo que hasta hace poco no aceptaban bajo ninguna circunstancia (primarias abiertas o cóctel de ellas); y c) un partido cuyo líder histórico decretó que la categoría más alta e importante era la de miembro, ahora, de golpe y porrazo, se decanta, contento y feliz, por el universo, restringido o no, de los inscritos en la JCE sin previo aviso-debate (del todo-orgánico) o crítica, a pesar de su tradición de partido de cuadros, doctrina y métodos, que no puedo construir, siquiera, un padrón interno-verificable (obviando alguna insistencia-pertinencia, al respecto).
Sin embargo, la envoltura -la nueva ley- no deja de poner en evidencia la catadura de nuestra partidocracia, quedando de manifiesto como es de camaleónica -sin tapujos ni pruritos doctrinarios-ideológicos-. Lo digo, porque no hubo un solo partido -“tendencias” o proyecto presidencial- que guardara las apariencias; y aunque aceptara el nuevo ordenamiento, por lo menos dijera o reiterara su postura-crítica anterior. No. Todos, ¡sin excepción!, han anunciado su nueva reingeniería-arquitectura estatutaria.
De modo tal, que ya tenemos un sistema de partidos políticos cuyo nicho primario ya no son sus miembros-militantes inscritos (¡se salvaron los “emergentes”! –¡vaya “dictadura….”!), sino el universo del padrón de la JCE según la modalidad de primarias que se prefiera; o más real-patético, la expresión o predominio-coyuntural de la correlación de fuerzas a favor de tal o cual “corriente”, líder o proyecto presidencial en un determinado partido político.
En consecuencia, cobra toda pertinencia, para superar el déficits de democracia interna que padecen los partidos políticos, el poner en el centro de la actividad política lo que editorializó El Caribe (16/11/2018): “…los tiempos de debates, y especialmente, de las bases, de las masas, de los verdaderos protagonistas, los ciudadanos simples a quienes se supone se deben los dirigentes…”.
No obstante y desde otro espectro -teórico-político-cultural y filosófico-, Giovanni Sartori (politólogo-italiano, 1924-2017) en su breve opúsculo-ensayo “La carrera hacia ninguna parte”, propuso-reiteró el “sistema electoral perfecto”: aquel donde están “prohibidas las coaliciones” y donde cada partido se presenta “solo”. ¿Qué pensarán, al respecto, los partidos “emergentes” y las llamadas “franquicias”-electorales?