En el idioma español no existen palabras para describir la plétora de emociones que Juana Peña Cruz probablemente sintió el día de su muerte, a finales del año 2019. La madrugada del 28 de diciembre fue herida con perdigones por su ex pareja, José Estaban Mármol. Consiguió escapar y refugiarse en el destacamento de la Policía Nacional más cercano.
Los policías la llevaron a un hospital para tratarle las heridas. A las 11:47 pm, Juana le informó a su sobrino que estaba de camino a la casa que compartía con su victimario para rescatar a su hija de 10 años, y a su varón de 8, quienes permanecían allí.
La siguiente madrugada del 29 de diciembre, en la comunidad del Limonal, municipio de Jarabacoa, se empezó a regar la voz de que mataron a Juana.
Inicialmente, Juana seguro sintió un gran alivio al saberse con vida, luego de escapar de una relación violenta. También valentía, al percatar que al escapar, dio el paso que planificó durante tanto tiempo. Posiblemente sintió miedo, revestido de determinación, cuando se subió a la patrulla policial, decidida a rescatar a sus muchachos. Y aquella emoción final al encontrarse otra vez con el hombre que tenía la esperanza de no volver a ver jamás.
Es seguro que Juana haya intentado escapar varias veces, antes de aquel fatídico día. A muchas mujeres les toma varios intentos. A otras la vida entera. Juana lo logró… hasta que la negligencia del sistema la arrastró hacia las garras de la violencia machista y contribuyó directamente a que su verdugo le cercenara la vida después de tanto batallar.
Ese descuido por parte de la Policía Nacional, ¿fue una negligencia de un solo día o es parte de su protocolo? ¿Un mejor protocolo pudo haber prevenido el feminicidio de Juana?
El 2019 cerró sin una ley integral que dé respuestas coherentes al azote de violencia machista que impera en el país. Ese instrumento legal, implementado correctamente, se aseguraría de que la Policía Nacional no actué sola, sino en coordinación con todos los demás actores del sistema.
El instrumento legal existe. Se llama Proyecto de Ley que crea el Sistema Integral para la Prevención, Atención y Erradicación de la Violencia contra la Mujer, de autoría del senador Félix Bautista. La responsabilidad de que no se haya aprobado no sólo recae en los cucos de siempre: los conservadores, la Iglesia… De manera inverosímil, se debe en parte a persistencias antidemocráticas de sectores inesperados.
Al abordar la suprema importancia de que la República Dominicana cuente con políticas públicas solidas contra la violencia hacia las mujeres, el Proyecto de Ley expresa: “Es obligación del Estado dominicano definir, impulsar y evaluar de manera sistémica y participativa las políticas públicas contra la violencia hacia las mujeres, cuyos programas, planes y acciones tienen como finalidad garantizar a las mujeres el ejercicio efectivo de su derecho a una vida libre de violencia, a través del desarrollo de las diferentes estrategias y mediante la articulación y coordinación entre las distintas instancias de los poderes públicos y las organizaciones e instituciones de las sociedad civil, con el nivel nacional, provincial y municipal”.
A su vez, el Proyecto de Ley contiene un sinnúmero de herramientas con la finalidad de enfrentar la violencia machista de manera integral, y con entero conocimiento de que para erradicarla, se necesita conocimiento profundo de que este es un mal estructural.
¿Puede una política pública acabar con los feminicidios? Confeccionada democráticamente, analizada minuciosamente y ejecutada efectivamente, puede contribuir enormemente a disminuirlos y eventualmente erradicarlos. Solo existe una manera de comprobar esta hipótesis. Hasta que no la pongamos en práctica, seguiremos escribiendo artículos tristes sobre cómo mataron a Juana.