Una gran parte de nuestra sociedad reclama que se designe un Procurador General de la República independiente, y en la víspera de la asunción del nuevo gobierno que se promovió como el cambio, queda evidenciado que para muchos el cambio significa menos corrupción e impunidad, y mayor imparcialidad e independencia para que la igualdad ante la ley deje de ser una quimera en nuestro país.
Pocas veces se había sentido un reclamo tan vehemente con respecto a un tema que anteriormente muchos entendieron ajeno y se dejó al debate entre abogados y políticos, y es que la energía con que se reclama es directamente proporcional al hastío, a la repugnancia, a la frustración que muchos han sentido ante la parcialidad, injusticia, discrecionalidad y manejo poco transparente e irresponsable de tantos casos, los escasos que llegaron a someterse a la justicia, y los muchos que se quedaron en denuncias de periodistas responsables y que no lograron activar la persecución pública, porque involucraban a “los nuestros”.
Fue tan fuerte la cortina con que se intentó tapar el sol, que ni siquiera el destape del escándalo de corrupción internacional más grande que se haya conocido, el de la empresa ODEBRECHT, la cual escogió trasladar su división de operaciones estructuradas al país, suponemos que por su clima favorable, y cuyos montos delatados de sobornos en el ámbito local fueron de los más elevados, sacudió esta inmovilidad, y a pesar de los dolores de cabeza que provocó la Marcha Verde erróneamente se apostó a que con comisiones especiales para tratar a la favorita de la corona, con expedientes selectivos que imputaron a conveniencia a unos sí y a otros no, y con ensañarse contra quienes desde la Suprema Corte denunciaron las debilidades de la acusación, todo estaría protegido.
Y sin que sirviera de presión la filtración de los “codinomes” utilizados para los pagos de sobornos en este país cuyos rostros continúan escondidos y deben ser develados, pues se pensó que esta vez como antes también el tiempo callaría los reclamos, mantendría los esqueletos en los armarios y sepultaría los expedientes.
Algunos advierten que sería necesario reformar nuestra Constitución para tener un Procurador General independiente, y aunque para cambiar el mecanismo de su selección y el de la mitad de sus procuradores adjuntos por el Poder Ejecutivo habría que hacerlo, no es cierto que lograr la independencia de este funcionario y sus adjuntos solo dependa de esta consagración constitucional, pues tenemos sobrados ejemplos de independencias, autonomías, inamovilidades que de nada han servido, porque la independencia de un funcionario depende más del talante de cada quien, que del texto del mandato constitucional o legal. Independencia es más que una palabra colocada en un texto, es una condición humana que se tiene o no, avalada por un comportamiento exhibido a través de una vida.
Por eso para que el presidente designe un Procurador independiente lo que más falta hace es su convicción y buen juicio para escoger la persona que le conste sea capaz de actuar con independencia guiada únicamente por la ley, lo que para muchos puede ser incómodo y hasta ingrato, y por eso escogen expresamente a personas que esperan no serían independientes o serían “agradecidas”.
Escoger la persona idónea con la intención expresa de que sea independiente y respetar esa independencia sin ponerle cortapisas es más importante que nada, y es la señal que debe dar el próximo presidente, pues cualquier reforma constitucional requeriría una discusión larga que involucre autoridades y ciudadanos que en las actuales circunstancias de pandemia sería inoportuna pues desconcentraría de acciones inminentes, en adición a que conllevaría riesgos de que quiera colarse nuevamente el infatigable fantasma de la vuelta al poder, al cual debemos estar muy seguros de poder espantar, para que no nos suceda lo de la mítica caja que obsequiaron a Pandora con la advertencia de mantenerla cerrada, y que al abrirla dejó escapar todos sus males. Dejemos pues cerrada la Constitución, y busquemos independencia en la fibra humana y no en cualidades de papel.