El mundo quiere evitar que esta segunda ola afecte lo menos posible en el orden sanitario y económico. Estamos cansados de la duración de la pandemia, en marzo nos veíamos libres de la plaga para el verano y otros entendían que ya para estas navidades la pesadilla, que nos ha afectado como algo que nunca hubiésemos soñado, habría desaparecido.
Los jóvenes, que son los más afectados con el encierro, demuestran ansiedad, conflictos en la familia, miedo, los padres han podido en los inicios de la pandemia ser más convincentes sobre la necesidad de distanciamiento, el uso de mascarillas, no participar en reuniones en locales cerrados donde el contacto es mucho más fácil.
El ser humano es sociable por naturaleza y los jóvenes con el pasar de los meses, como todos, hemos aprendido cómo sobrellevar la pandemia. Dentro de esta curva de aprendizaje está el que a este grupo de edad entendió que los efectos del contagio son mucho menor e incluso asintomáticos, con lo que perdieron el miedo, representado un problema mayor para el grupo de personas de edad más avanzada que sufren síntomas más graves, incluso la posibilidad de muerte.
El manejo del Covid 19 fue difícil en sus inicios para todas las naciones, donde sus médicos y personal de apoyo enfrentaban un virus sobre el que tenían poco conocimiento de cómo tratar y ellos mismos estaban altamente expuestos a contraer.
El confinamiento obligatorio siempre difícil, aconteció en medio de una campaña política y muchos violaron las normas de distanciamiento y hasta de mascarillas. Tres elecciones en pandemia nos sometieron a una enorme prueba como nación. Hospitales abarrotados, falta de trajes protectores, de mascarillas, alcohol, respiradores.
Se aceleró abastecer a los hospitales, no se hicieron esperar donaciones del sector privado y grandes importaciones del sector público. Los números de contagiados crecían, perdíamos amigos, familiares, pero fuimos aprendiendo. La restricción de horario molesto, dio sus frutos.
La economía empezó a motorizarse, unos sectores más que otros, pero era una señal de esperanza que cambiaba la paralización total de abril y mayo por una recuperación que nos sorprendió a muchos.
Nuestros médicos y personal sanitario aprendieron de forma increíble a manejar la pandemia, los números de infectados empezaron a ser menores, mayores los recuperados y una tasa de letalidad muy baja. Solo algunos ejemplos:
País Recuperados Fallecidos
Panamá 63,000 3,382
Chile 509,000 12,603
Ecuador 178,000 13,875
Costa Rica 119,000 1,936
Rep. Dom 123,000 2,364
Guatemala 118,000 4,445
Con preocupación, las últimas semanas hemos visto cómo los casos tienen una clara tendencia a aumentar. Nos cansamos del distanciamiento, necesitamos socializar, estamos retornando de forma más presencial a los trabajos, compartimos en restaurantes y fiestas, menos temerosos, pero desgraciadamente el virus sigue presente, enferma y llega a matar.
Enfrentamos un período extremadamente difícil, que son las navidades. El regreso de familiares que no vemos desde hace algún tiempo, nuestro sector turístico, tan golpeado, aún con números mínimos, empieza a ver cierto movimiento. Plazas y restaurantes toman vida.
Muchos claman por una reducción en las horas del toque de queda en un momento que los hospitales están a un 50% de capacidad, se hacen más de 12,000 pruebas diarias, y hay demandas por muchas más. La positividad en algunas zonas del país llega a un 20%, cuando llegamos a situarnos cerca de un 10%. Los aviones llegan sin distanciamiento y de la misma forma, en algunos aeropuertos los que esperan se aglomeran.
Hay que citar el caso del aeropuerto de Punta Cana, reconocido por su eficiencia en cómo han manejado la llegada de turistas, Casa de Campo por igual, tienen claro que debemos cumplir con protocolos para que los turistas se sientan seguros y se conviertan en la mejor publicidad posible al retornar a sus hogares.
Otros países exigen pruebas de Covid a los pasajeros que arriban. ¿Por qué no hacerlo aquí también? Implementar de forma aleatoria la prueba tan eficiente de los israelitas, que apenas toma diez minutos para dar los resultados y limitar el número de familiares que puedan ir a recibir a los que llegan.
Las fiestas de diciembre, sin las medidas apropiadas, pueden convertirse en las lamentaciones de enero. El gobierno tiene muchas presiones para que flexibilice, pero son más los ciudadanos conscientes, que saben el riesgo que estamos corriendo y apoyarán las medidas que sean necesarias para no poner en riesgo lo que con esfuerzo hemos logrado.
Sólo mirémonos en el espejo de Europa, la canciller alemana, Angela Merkel, tal y como reseña un artículo en “un inusual y emotivo discurso pide al Parlamento aprobar medidas más restrictivas”. Medidas tan duras como adelantar las vacaciones escolares, cerrar negocios, y restringir reuniones en días previos a Navidad. Posiblemente, nuestras medidas no tendrán que ser tan drásticas, pero sí oportunas.
NuestroGobierno puede tener la seguridad que el país apoyará las decisiones necesarias para evitar caer en ese viejo refrán de “pan para hoy y hambre para mañana”.