Luiz Inácio Lula da Silva es uno de los líderes políticos latinoamericanos de mayor importancia y trascendencia en toda la historia del continente. Su gestión como presidente de Brasil, del 2003 al 2011, alcanzó dimensiones de leyenda al ser capaz de colocar a esa nación como una de las de mayor desarrollo en el mundo y haber sacado de la miseria, y llevado a clase media, a más de 40 millones de brasileños.
Lula nació en un ambiente lleno de pobreza, se convirtió en un importante dirigente sindical del área metalúrgica, se destacó como un gran dirigente del Partido de los Trabajadores y construyó un liderazgo de dimensión mundial. En la primera década del siglo XXI, Lula llegó a convertirse en el principal líder progresista del mundo y llevó a Brasil a ser parte de las más destacadas estrategias de desarrollo económico y social del planeta.
Cuando dejó el poder y contribuyó a que Dilma Rousseff, su discípula política, lograra alcanzar la presidencia de Brasil, los sectores conservadores de Brasil desarrollaron una estrategia de venganza contra Lula. Impulsaron un golpe de estado contra Dilma Rousseff y usaron al nefasto e injusto juez Sergio Moro, para acusar a Lula de corrupción y llevarlo a la cárcel.
En varias ocasiones he escrito y afirmado que quienes no conocen la política de Brasil no entienden como uno de los mejores presidentes de todos los tiempos de esa nación, haya sido condenado a 11 años de prisión por supuestos actos de corrupción. Y la sorpresa es todavía mayor y más increíble, al constatar que la supuesta corrupción cometida por Lula es haber recibido un apartamento de poco menos de un millón de dólares, acusación que no tiene ninguna prueba que la sustente, pues nunca se mostró ningún documento que demostrara que ese apartamento era propiedad de Lula.
Sergio Moro, un fiscal lleno de prejuicios políticos y que luego fue Ministro de Justicia del actual presidente Bolsonaro, preparó una trama y una persecución política en contra del expresidente del PT, violentó todas las normas jurídicas, no respetó el debido proceso y abusó contra Lula. La acusación era débil, risible y absurda. Eso puede comprobarse con el hecho de que durante los 8 años de su gobierno, el presidente Lula manejo más de 5 mil billones de dólares, y ridículamente se le acusa de haberse corrompido por menos de un millón. En ninguna cabeza que tenga criterio, puede darse como cierto esa sorprendente acusación y mucho menos esa injusta condena que lo llevó a prisión por casi dos años.
Pero la historia y la verdad reivindicaron al gran líder Luiz Inácio Lula da Silva. Casi dos años después la Corte Suprema de Brasil, tomando en consideración lo injusto del proceso, lo anuló por estar viciado, destituyó al infame de Sergio Moro y ordenó la libertad de Lula. Eso ocurrió después de Lula haber pasado 580 días en prisión. Durante el proceso de acusación y prisión, el expresidente brasileño perdió a su esposa María Leticia Rocco, que murió de un derrame cerebral, a su hermano mayor Genial Inácio da Silva, que murió de cáncer, y a un nieto de 7 años, Arthur Lula, que murió de meningitis.
La historia y la verdad han reivindicado a Lula. En estos momentos, al igual que en aquella ocasión en que fue injustamente apresado, Lula se perfila en todas las encuestas como el candidato que ganará las próximas elecciones en Brasil. Le lleva más de 20 puntos al actual presidente Bolsonaro y más de 40 puntos al ex juez Sergio Moro, quien se metió a político y aspiraba a la presidencia, pero tuvo que retirarse de la contienda por ser el gran repudiado del pueblo brasileño.
La historia y la verdad han reivindicado a Lula. El ganará las elecciones de octubre y se convertirá nuevamente en el presidente de Brasil, para bien de esa nación, de América Latina y de todo el mundo civilizado y progresista.