Educación, seguridad. transporte, justicia, alimentación o salud. He aquí el dilema ¿cuál de ellos priorizar? ¿Cuál sería imprescindible para colocarlo como prioritario por encima de los demás? ¿Se alimenta al pueblo o se le prepara académicamente? ¿Se le ofrecen vías expeditas de circulación o se les pone a estudiar? ¿Se le garantizan juicios justos o se evita que se enfermen? ¿El caos del tránsito es lo que corresponde arreglar para la salud mental de los ciudadanos? ¿Por cuál se empieza, si cada uno de ellos, cual jinetes del Apocalipsis, puede provocar la gloria, la guerra, el hambre y la muerte a su paso?
No es una decisión sencilla elegir entre esas tantas tareas pendientes que pasan como cuenta por pagar de un período al próximo y establecer la más perentoria de entre ellas para poder interconectarlas, jerarquizarlas o imponer una sobre la otra o, a pesar de ellas. Sin embargo, y aunque suene a cliché, la educación es el eje transversal que atraviesa cada una y hace posible que puedan, no solo coexistir, también desarrollarse para alcanzar su objetivo.
Si se entiende que educar es desplegar las herramientas adecuadas para fomentar las facultades intelectuales (y morales) del individuo, y puede comprenderse que la seguridad requiere de esa capacidad de discernimiento para distinguir entre el bien y el mal porque solo el conocimiento permite comprender que hay caminos de superación con el estudio, antes de optar por la vía más fácil de la delincuencia.
El carácter preventivo de la salud se asume con el cuidado y una atención oportuna de quienes dominen la ciencia que se aprendió en las aulas y en la práctica profesional. Las reglas de circulación se entienden y se asumen desde su cumplimiento para una sana convivencia. La Justicia para su reinado requiere de la preparación de los llamados a aplicarla, a través de la interpretación de las normas legales bajo la luz de los valores y principios que protegen la dignidad del hombre. El alimento podrá sostener el cuerpo, pero siempre será más necesario el pan de la enseñanza que mantiene satisfecha el alma, aunque se dirá que sin comida no se piensa, no basta que se llene el estómago, si el cerebro sigue vacío.
Educar es la nobleza de transmitir experiencias, no solo conocimiento, es afrontar la existencia con la mirada atenta de que nuestras actuaciones repercuten en las de los demás, es un plan a largo plazo sin la inmediatez de otros renglones porque es la raíz del todo que, aunque no se vea, sostiene el árbol de la humanidad y a la postre, brinda no solo los mejores frutos, sino también los más duraderos.