Francis Fukuyama (politólogo) dijo -en 1989, a raíz del colapso socialista- que la Historia había muerto. Tiempo después, recogió parte de su tesis y dijo que, al menos las ideologías habían muerto. No sé en cuál de las dos Fukuyama tenía razón; pero estoy convencido de que algo murió.
Hoy día los partidos políticos disimulan tanto su identidad ideológica que la única y sabia diferencia la estableció (creo que Gabriel García Márquez) quien dijo que la diferencia estaba en la hora en que iban a misa: algunos en la mañana, otros en la tarde.
A esa velocidad es muy difícil distinguir colores y matices, y aquella vieja nomenclatura -política-ideológica- que hablaba de partidos políticos de izquierda, derecha, centro, extrema derecha o extrema izquierda, hace rato que se fue a la porra. Hoy, lo que queda, es resabios y globalidad.
Los países, o son pobres o son ricos. No hay otra tabla para calificarlos.
El que diga lo contrario, que se dé una vueltecita por el BM, el BID, el FMI, la CEPAL y demás “aparatos” del sistema internacional que regulan y hacen diagnósticos sobre índices de pobreza, crisis, desarrollo, crecimiento económico, tasa de mortalidad y probabilidades de vida. También de flujos de mercados, intercambios comerciales y avances científicos-tecnológicos.
De modo que, en ese escenario mundial -y con esos parámetros-, es que hay que competir. Quejas, lamentos y definiciones políticas e ideológicas, pasaron a mejor vida. El mundo de hoy, más que colores, prefiere y exige resultados.
El viejo cliché de partidos de izquierda o derecha que tanto se debatió en el siglo pasado, hoy la globalidad, la ley del mercado y los bloques económicos, se los llevó de encuentro. Por ello, en la Unión Africana, en la Unión Europea, en el Alba, el G-8, el G-20, o en el BRICS, lo que se busca son socios económicos estratégicos, y los matices ideológicos, en el fondo, importan un bledo.
Entonces: ¿dónde están los partidos políticos de derecha y de izquierda? Me supongo que están, como Dios, en todas partes…