Con regularidad escuchamos usar el término outsiders en política, al hacer referencia de alguna figura que viniendo desde fuera del sistema político tradicional, logra ganar una posición importante (por lo general presidencial).
El término tiene ejemplos muy claros en América Latina, siendo Perú uno de los países que más ha apostado a este tipo de figuras para que los gobierne.
Parafraseando al politólogo Carlos Meléndez, un outsider es “un personaje que incursiona en política partiendo de un prestigio acumulado fuera de ella.
El expresidente Alberto Fujimori es un caso sobradamente discutido y analizado, al que expertos políticos acuden una y otra vez. Asumió la presidencia de Perú en medio de una crisis no solo económica, sino democrática y social, tal panorama le sirvió como puente perfecto para juramentarse como Presidente del Perú en 1990.
La difícil situación de seguridad del Perú, ante el control de las calles por grupos terroristas –Sendero Luminoso–, también encontró al pueblo inmerso en un desencanto del sistema político tradicional, ante sus evidentes fracasos de gobernar eficientemente.
En igual condición que Fujimori, alcanzaron la presidencia de este país, como outsiders Alejandro Toledo en 2001 y Ollanta Humala diez años después.
El ejemplo más reciente, lo representó ex presidente Donald Trump de Estados Unidos, calificado por muchos como “el rey de los outsiders”.
En el perfil que escribió el periodista Mark Singer, para The New Yorker, aseguró que Trump “dice lo que otros no dicen. Hace lo que no puede hacerse para ganar, y por eso gusta a los que no se sienten dentro del sistema”. Todos vimos como por primera vez en el sistema democrático de Estados Unidos, sucedieron cosas inimaginables, tanto en el proceso de las elecciones, posterior a ella y hasta el día de la juramentación de Joe Biden como presidente 46 de Estados Unidos.
Si analizamos las protestas incendiarias ocurridas el 6 de enero dentro y fuera del Capitolio, es evidente que Trump sembró en muchos su discurso, a tal punto que sacrificaron su propia vida tratando de impedir que se legitimara el triunfo de Biden y por eso en su despedida de la Casa Blanca, dejó en la mente de todos: “Nos volveremos a ver pronto”.
Y aunque los balances no han sido del todo positivos cuando un outsider ha ascendido al poder, pudiéramos apostar que ante el crecimiento de la desconfianza y el descrédito de los sistemas políticos tradicionales, en lo adelante cobraría mayor vigencia este “fenómeno” en otros países, pese a las críticas de expertos que aseguran que es un evidente peligro para el sistema político de cualquier nación.