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¿Los nombres propios se pueden escribir sin tilde? Inicio la entrega de este jueves de “Periodismo y Gramática” con esta pregunta, porque son muchos los hispanohablantes que entienden que no pasa nada si no le colocamos el acento a determinado nombre propio que sí lo lleva.

Pues sepan ustedes, asiduos lectores de elCaribe, que este es otro de los tantos mitos ortográficos que hay que desmontar, porque a todo lo que existe en el universo gramatical hay que aplicarle la norma establecida por la Academia. Así que… debe quedar claro lo siguiente:

Mito: ¡Los nombres propios los puedo escribir sin tilde!

Realidad: A los nombres propios también se les aplican las normas gramaticales.

Visto lo anterior, debemos grabar en nuestro cerebro que los nombres propios funcionan como cualquier otra palabra y llevan su tilde si así lo indica la regla. Ahora bien, hay nombres cuya tilde hace que se pronuncien de un modo u otro como Fatima o Fátima, José o Jose, Jesús o Jesus… En estos casos y, dependerá de la finalidad, podemos optar por poner o no la tilde.

Procedo a compartir un extracto de “Relatos ortográficos: Los nombres propios también siguen las normas de ortografía (te pongas como te pongas)”, a propósito de los nombres propios y la tilde, que he leído en la página de la Fundación del Español Urgente y me ha causado mucha gracia, porque deja explícita totalmente la importancia de colocar las tildes, según corresponda el caso.

“Por supuesto que a tu hijo podrás llamarle como quieras (y el registro civil te permita, claro), pero eso de que los nombres propios no siguen las normas de ortografía ya lo puedes ir olvidando. Una cosa es que elijas entre Elena y Helena, o entre Gerónimo y Jerónimo, pero al menos en lo que a acentuación se refiere, o le pones la tilde correctamente al nombre o tendrás que resignarte a que la gente lo pronuncie como Dios le dé a entender. Por tanto, si quieres que a tu hijo le llamen Nicolás —y no Nicólas—, coloca la tilde donde le toca. Y si te parece que Garcia o Gonzalez quedan más glamurosos sin ella, escríbelos como te plazca, pero resígnate a que el resto del mundo te llame Gárcia o Gonzaléz”, nos ilustra este párrafo de la historia colgada en la página yorokobu.es que comparte la Fundéu.

Finalmente, resta decirles que debemos asumir las consecuencias de no tildar cuando corresponde un nombre propio, porque sonará como se escribe o como pueda ser interpretado.

¡Gracias por leerme!

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