Cuando de reforma tributaria se habla, todos estamos de acuerdo que hace muchos años el país debió abocarse a un nuevo sistema de impuestos.
Atreverse a decir que no es necesario, es más que una insensatez. Tenemos un sistema tributario injusto; nuevas figuras impositivas que lleven a una mejor distribución, que beneficie a los que menos tienen pero que tampoco recarguen más a sectores que por una razón u otra pagan muy por encima de la famosa presión fiscal.
El presidente Abinader ha llamado al liderazgo nacional a reunirse en el Consejo Económico y Social (CES) para discutir un conjunto de reformas estructurales que el país demanda desde hace años.
Desgraciadamente, esas reformas se han ido posponiendo por el costo político que los partidos en el poder temen, ya que toda reforma implica impuestos para algún sector. Infelizmente, la política sobre reformas tan necesarias se ha pospuesto por años.
Habiendo sido convocado en el CES y su presidente no tener ningún tipo de ambición política, ha dejado claro que ese organismo jugará el papel que le corresponde con la amplia representación de los distintos sectores de la sociedad y los partidos políticos con representación en el Congreso Nacional.
Cuando se habla de reforma tributaria todos los sectores, sin importar, elevan sus voces para asegurarse que parte de los impuestos que conlleva dicha reforma no caiga sobre sus espaldas. Siempre hay que recordar que la palabra impuesto quiere decir, de alguna forma, que es obligatorio. No es voluntario y mucho menos simpático. Reclamamos mejor salud, educación, obras de infraestructura y eso se paga con los impuestos que pagamos los empresarios, los asalariados y todo el que compra algo que en su componente de precio tiene aranceles o ITBIS.
Mi buen amigo Magín Díaz, con esa gran experiencia, no solo en cobrar, más importante el haber tenido la oportunidad de conocer la evasión en el corazón de la auyama y la informalidad; en un interesante artículo de los que nos deleita cada semana, eso no quiere decir que esté siempre de acuerdo con los mismos, hablaba del tema de la informalidad y se basó en un interesante trabajo de Harris y Todaro sobre la formalidad y la informalidad.
Confieso que Magín me puso a buscar, no recordaba haber leído en mis años de universidad ni después, lo que ambos economistas pensaban sobre el tema.
Ese estudio lo hicieron en 1970, para esa época no existían los paraísos fiscales de Caimán, de las islas Turcas y Caicos y mucho menos el de Delaware, en los Estados Unidos.
Para esa época no existían en nuestro país los mercados y las empresas chinas que gozan en nuestro país de la mayor de las exenciones: la evasión, sin que los gobiernos hagan nada.
Van ganando mercado en áreas comerciales e industriales, no pagan seguridad social, pagan salarios de miseria y la palabra impuesto aún no ha llegado a sus diccionarios.
Si Harris y Todaro hicieran un estudio hoy, tendrían que entender que mientras menor es la inversión de capital de un negocio mayor es la posibilidad de la informalidad.
Usted trae unas máquinas chinas muy baratas, las instala en una nave de mala muerte, compra el plástico que ya no paga arancel, vende las fundas a los colmados y hasta algunos supermercados en efectivo.
No paga el punto quince de las transacciones bancarias porque todo lo hace en efectivo y guarda el dinero en una de las fundas plásticas que produce; no sabe lo que significa seguridad social y sus empleados, muchos ilegales, no se atreven a pasar por el Ministerio de Trabajo cuando los cancelan, si es que no lo hacen antes de los tres meses para evitar prestaciones.
Un importante negocio cárnico estuvo al desaparecer cuando una funcionaria desaprensiva confundió la calidad de los informales con la de las empresas que tienen estándares que cuestan, que están calificadas en la DGA como empresas de bajo riesgo y que son ISO9000, que para lograr esa clasificación hay que invertir mucho, que los informales nunca hacen.
En el sector comercial de electrodomésticos, calzados o ropa, las reformas fiscales crean enormes posibilidades de que los formales desaparezcan. Pagan, además de todo lo que hemos mencionado en el sector industrial, costosos locales en preciosas plazas, donde brindamos aire acondicionado y seguridad gratis a todo el que quiere caminar y ejercitar los músculos.
Enfrentando, no solo la competencia de los tarantines informales, también la del monstruo Amazon que quien compra sus artículos y utiliza su gran servicio, solo paga por el bien y algo de flete, nada de lo que hemos mencionado anteriormente.
Si Harris y Todaro hicieran el estudio hoy y cobran por sus honorarios, clasificarían en una empresa del estado de Delaware, famoso por sus leyes de exención fiscal y es probable que al final de año les hicieran importantes devoluciones impositivas.
Así como de importante es la reforma fiscal, lo es el tema de la informalidad. Sectores que en cada reforma pierden mercado, son menos competitivos no por su ineficiencia sino por las enormes ventajas que hemos mencionado de los negocios informales.
Estas reformas tan bien planteadas por el presidente Abinader en su rendición de cuentas el 16 de agosto, son fundamentales para mantener los niveles de crecimiento, para poder seguir invirtiendo en salud, educación, viviendas e infraestructura.
Más importante deben ser las reformas que saquen de la pobreza a casi cuatro millones de dominicanos que hoy esperan mejores condiciones de vida.