Las mieles del poder se convierten en una adicción delicada para quienes acceden al ejercicio de la Administración Pública en cualquiera de sus estructuras, lo que conlleva a que los políticos quieran mantenerse en sus posiciones o aspirar a cargos mayores, ya sea por elección o por participación.
Lo malo de eta práctica es, que quienes están en un cargo siempre utilizan los recursos del poder para lograr su objetivo y con ello arrastran a sus parciales a incurrir en abandono de sus responsabilidades y hasta en actos de corrupción.
Es corrupción utilizar los recursos de la institución que se dirige o sirve como es el caso de vehículos, combustibles, maquinarias, teléfonos, la publicidad, las influencias y otras acciones que colocan al que aspira en gran ventaja sobre quien le adverse.
El Estado dominicano, a través de los organismos correspondientes, incluyendo a los poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, no hace nada para cumplir con los principios éticos y morales, impidiendo a quien declare una aspiración continuar en las funciones que desempeña.
Estamos en un año prelectoral y ya parece que está abierta la campaña proselitista, hay descuido en las instituciones de servicio, la población padece los males de la desidia, porque ya todos están o se están poniendo en política.
La nación es de todos y el mismo derecho que tienen los políticos a aspirar le corresponde al ciudadano común para seguir en sus actividades cotidianas, aligerar su vida y conseguir el pan de cada día. El país no puede detenerse porque quienes gobiernan quieren quedarse o alcanzar nuevos puestos.
Los dominicanos debemos empoderarnos de nuevo y convertirnos en un pueblo que reclame con decisión y justicia, los derechos concebidos por la Constitución y las leyes, porque, de lo contrario, en el mediano plazo viviremos realmente en un país sin ningún control ni autoridad. La política es el arte de gobernar, no el camino para tomarlo todo. ¡Despertemos dominicanos!