Ante la tragedia ocurrida en la madrugada del pasado martes 8 que ha enlutado al país, lo esperado es que dedicara hoy esta columna a dicho suceso, no obstante, el tema del que me ocupo debe ser abordado en el marco de la soberanía económica de nuestro país y de la región, en el contexto del impacto que esas medidas arancelarias pueden causar en las economías.

Aprovecho la ocasión para reiterar mis sentidas condolencias y solidaridad a los familiares de las víctimas mortales causadas por la tragedia en el emblemático centro de diversión Jet Set Club, en Santo Domingo, desearles total recuperación a los lesionados y unir mi hondo pesar en acompañamiento al dolor colectivo.

Para el abordaje de estos temas económicos y de otra naturaleza técnico-científica siempre me apoyo en expertos en la materia; como en otras ocasiones he conversado con el amigo Iván Leónidas Rodríguez, un reconocido economista de nuestro país.

Luego de los anunciados aranceles del presidente Donald Trump, el miércoles 2 de abril, fecha que llamó “Día de la Liberación”, al implementar su nueva gama de aranceles sobre las importaciones estadounidenses, denominados “aranceles recíprocos”; los expertos en el mundo han advertido que la imposición de estos aranceles agresivos amenaza con una escalada guerra comercial con repercusión impredecible. No caben dudas de que estas medidas tienen un propósito político e ideológico, pese a que Trump asegura que son necesarias para proteger la industria de su país, pero los utiliza también como punta de lanza hacia los que considera sus rivales y aliados tradicionales de Estados Unidos.

De manera arbitraria, abusiva y unilateral, el señor Trump adoptó una decisión que entra en la llamada guerra comercial iniciada por su gobierno y que tendrá serias repercusiones negativas sobre la economía mundial, generará depresión, inflación, desempleo y depreciación de las monedas, incluso a la economía dominicana.

La guerra comercial ya está y sus consecuencias iniciales empiezan a verse en algunas variables del comercio internacional, en las bolsas, y van a marcar sus efectos en las vulnerables economías de naciones en desarrollo y de los consumidores en todo el mundo.

Argumentos de Trump y razones reales

Nos parece totalmente irracional la guerra comercial a través de los aranceles que se empeña en imponer la administración de Trump; sus débiles argumentos a partir del déficit comercial de los Estados Unidos con el resto del mundo constituyen una enorme falacia. Él, y sus asesores, están convencidos de que Estados Unidos ha ido perdiendo su poder económico y su estatus hegemónico en el mundo frente a otras grandes potencias, como China y Rusia. Los mejores economistas de ese país han derrumbado dichos argumentos, que sus asesores justifican a partir de una “fórmula sencilla” donde el numerador lo representa la diferencia entre las exportaciones e importaciones estadounidenses y el denominador el producto de unas supuestas elasticidades por la totalidad de las importaciones, que da como resultado un coeficiente que expresa el arancel aplicado a cada país.

Los resultados del comercio internacional evidencian cómo la economía estadounidense se ha beneficiado de la apertura, que ha proporcionado acceso a sus empresas a un mercado global y le ha permitido financiarse a tipos de interés favorables. Las incontestables ventajas de que el dólar sea la moneda de reserva no se hubieran conseguido sin esa globalización comercial.

Trump se empeña de tal manera con su imposición arancelaria, que da paso atrás y adelante en su objetivo según las reacciones de los países a quienes procura estrangular, porque lo que quiere es restaurar la base manufacturera de Estados Unidos en su territorio. Gran parte de las importaciones de ese país procedentes de Europa, China, Vietnam, Canadá, México, entre otros, son de empresas estadounidenses con sede en estos países. Por tanto, le venden a un costo menor que si estuvieran en Estados Unidos. La guerra comercial evidencia la debilidad competitiva manufacturera de EE.UU. En 2015, por ejemplo, el país exportaba 4 millones de vehículos y China, solo un millón. En 2024, Estados Unidos exportó 1.5 millones, mientras que China alcanzaba los 6.5 millones. En 2025 China tiene el doble de la participaron de EE.UU. en manufactura y en 2030 la tendrá cuatro veces por encima de éste (según la ONU).

Otra de las razones que impulsan aceleradamente a Trump con sus aranceles, según expertos, es que dichos aranceles muestran claramente los desequilibrios económicos y sociales de Estados Unidos y su interés de afrontar una deuda pública casi fuera de control con ingresos fiscales por aranceles, entre otras decisiones. Se indica que la deuda de Estados Unidos ronda alrededor de los 35 billones de dólares, con un gasto anual de intereses de 1 billón de dólares aproximadamente.

Entre otros múltiples factores que describen un complejo contexto para los Estados Unidos, los aranceles de Trump se enmarcan, como indicamos, en propósitos político-ideológicos contra sus principales rivales económicos, científicos, tecnológicos, y particularmente, en la búsqueda desesperada de mayores ingresos y reducción de costos, que además complementa con incoherentes decisiones que están provocando un malestar social creciente en la sociedad estadounidense, reflejado en el aumento del desempleo y la baja calidad de vida, dinámicas inflacionistas y la debilidad en vaivén del dólar.

Estos experimentos basados en medidas arancelarias siempre tienen resultados negativos; no hay aranceles bajos o altos impuestos contra países grandes o pequeños, cualquier impuesto arancelario tendrá efecto inmediato e impactos inciertos. Por ello, los aranceles de Trump deben ser rechazados para evitar el desarrollo de la guerra económica que ya pesa sobre nuestros países.

Los aranceles para nuestro país

La imposición de un arancel del 10% a las exportaciones dominicanas por parte de la administración Trump constituye una clara manifestación de agresión a nuestra soberanía económica, toda vez que desde el 2007 la República Dominicana había puesto en ejecución un acuerdo internacional de libre comercio con los Estados Unidos, bajo el DR-CAFTA, que mantenía clausulas y artículos favorables al comercio internacional entre ambos países, cuyo calendario de implementación sería un período de 20 años, y el año final es 2027 para el libre comercio de todos los productos negociados.

A pesar de ser un Tratado sancionado por los congresos de ambos países, conteniendo cláusulas taxativas para su modificación o termino, el presidente Trump pasó por encima a estos acuerdos y optó de manera unilateral y arbitraria, como un dictador, eliminando de un plumazo el acuerdo comercial, lo cual constituye una clara manifestación de intromisión y agresión a la soberanía nacional.

Lo menos que debía producirse es una previa conversación entre las partes en torno a dicho acuerdo, no una imposición como ha sucedido; pero la debilidad de las autoridades dominicanas en su manejo de nuestra independencia y soberanía frente a otras naciones solo ha llevado a calificar con un simplismo sorprendente que, dentro del listado arancelario por país en la gráfica de Trump, República Dominicana no está en desventaja.

De inmediato, y dado el hecho de que las exportaciones nacionales hacia los Estados Unidos son mayoritariamente producidas por empresas de zonas francas, tales como cacao, azúcar, frutas y vegetales, instrumentos y aparatos médicos, cigarros y cigarrillos, aparatos de protección de circuitos eléctricos, artículos de joyerías, tshirt y camisetas, entre los más importantes, la medida trumpista aumentará significativamente los costos de dichas empresas, y dado que sus competidores se encuentran ubicados en países que han sido también víctimas de las medidas de Trump, no podrían relocalizarse en los mismos, la única salida que tendrá será optar por despidos masivos de trabajadores, lo que ocasionará serios daños a la economía nacional y a la paz y tranquilidad ciudadanas.

Consideramos que esas acciones de la administración Trump, deben ser respondidas con la misma intensidad por el gobierno del presidente Luis Abinader, y adoptar iniciativas de realizar negocios y atraer inversiones con otras naciones que son grandes consumidores de nuestros productos de exportación, como China, Vietnam, Venezuela, Brasil, la Federación Rusa (que acaba de establecer embajada en nuestro país), y otras tantas naciones que han manifestado sus deseos de realizar negocios con la República Dominicana.

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