Es bueno aclarar puntos. Una cosa es presión y otra cosa es atención.
LaVar Ball ha hecho que su hijo Lonzo tenga atención permanente de los medios y de sus rivales, pero siento que el jovencito de los Lakers de Los Ángeles ha sabido manejar con altura esta atípica situación para un jugador de primer año.
No creo que su ‘discreto’ desempeño tenga que ver con la supuesta presión (y por presión entendemos miedo, nervios, desconfianza, etc) que el accionar de su padre ha generado sobre él.
No porque LaVar, el parlanchín padre de Lonzo, haya dicho que su hijo será más grande que Kobe Bryant, el novato ha actuado en cancha como un tipo que desea ser más grande que Kobe Bryant y, como tal, eso lo ha llevado a cometer errores. No creo.
Esta es apenas una de las barbaridades que ha declarado el personaje de marras desde que su hijo se empezó a dar a conocer jugando para la Universidad de California Los Ángeles (UCLA).
Antes del comienzo de la actual temporada de la NBA noté a Lonzo una isla aparte de LaVar.
El viejo es un huracán, el joven es la calma. Su padre ama hablar y los medios aman que él hable. Es la combinación perfecta en la ciudad perfecta.
Presión, no creo. Atención sí. Lo que sí noto es que LaVar, con sus desafiantes bombardeos, ha conseguido a Lonzo una defensa de playoffs la temporada completa.
Está claro que algunos jugadores tocados por el atrevido verbo de LaVar han drenado su incomodidad con el hijo, que lamentablemente es quien paga y pagará los platos rotos. El muchacho nunca ha hablado, pero para muchos es como si lo hiciera.
Eso mismo pasa fuera de la cancha. Muchos fanáticos tienen cierta animadversión contra Lonzo por el solo hecho de que su padre no tiene frenos en la lengua, en su afán de posicionar su marca BBB (Big Baller Brand) en la mente del consumidor. Lonzo no es culpable. No lo tipifiquen. Es un buen jugador que –como bien dijo LeBron James- puede llegar a ser un gran armador en la NBA. Vean sus cualidades como jugador. No lo miren como el hijo de un padre más bocaza de la cuenta.