Los políticos de ahora (y los de antes), los de aquí (y los de todas partes), los de todos los partidos… se empeñan en su gran mayoría en hacernos creer un sinnúmero de cosas:
Que su mayor interés es el bienestar de su pueblo.
Que no buscan nada para sí. Lo de ellos es “sacrificio”.
Que como son líderes (y reciben informaciones privilegiadas), tienen la capacidad de “salvarnos” (de los delincuentes, del desorden, de la pobreza, del enemigo de fuera, de las enfermedades, de la ignorancia…).
Que son nuestros iguales (trata de acercárteles después que llegan al poder a ver si puedes).
Que todo lo malo que nos ocurre es culpa de los que gobernaban antes.
Que nuestro dinero (el nuestro… fruto de nuestro esfuerzo) está mejor en sus manos, porque lo utilizan de manera más eficiente y solidaria.
Que son honestos.
Y convencidos de que les creemos (en realidad no todos les creemos… pero no nos queda más remedio que aceptar lo que nos imponen) hacen cosas como estas cuando llegan al poder:
• Pronunciar discursos demagógicos, donde abundan las medias verdades y la manipulación de datos para quedar bien.
• Colocar anuncios en los principales medios de comunicación, comprando así opiniones que enaltecen sus figuras y atacan ferozmente a la oposición.
• Mercadear como hazañas propias logros que no les pertenecen (como cuando van a inaugurar empresas donde son otros los que invierten y se arriesgan).
• Exhibir poderío militar en desfiles pomposos, aunque sepan que tal poderío no existe realmente ante un enemigo superior.
• Modificar leyes para provocar confusión… y que sea más difícil cuestionarlos.
• Reescribir la historia, para ajustarla a su conveniencia y desconcertar nuestra memoria.
• Cargarnos con todo tipo de impuestos (cualquier pretexto es válido).
• Traicionar y abusar.
George Orwell, que analizó muy de cerca cuando el poder “cambió de manos” durante la Revolución Bolchevique y la Guerra Civil Española, los retrata magistralmente en su libro La Rebelión de la Granja.
En esta obra alegórica nos cuenta cómo las esperanzas de libertad e igualdad de un grupo de animales ingenuos se ven tronchadas cuando sus líderes (cerdos, protegidos por perros) se convierten en lo mismo (o peor) que los humanos de los que se habían librado porque los tenían subyugados.
Orwell quiso recordarnos que simplemente cambian las caras, pero la naturaleza permanece intacta, y la tendencia de todo el que “llega” es la misma. Tratar de tener más poder y perpetuarse en él.
Dispuestos a lo que sea con tal de seguir disfrutando de sus prebendas, de las puertas que se abren, de la facilidad que brinda para hacer negocios y enriquecerse. Y… por supuesto… de su aplauso adulador.