La libertad de prensa es uno de los mayores logros de la democracia. Son muchos los mártires que han caído fruto de atentados por expresar que lo que piensan es más conveniente para la sociedad, o denunciar hechos de gravedad, corrupción, evasión, narcotráfico, indolencia de funcionarios.
Sin dudas, uno de los atentados a la libertad de prensa que conmovió al mundo fue la destrucción con dinamita, por parte de Pablo Escobar, del diario “El Espectador”, que mantenía una posición editorial en contra del narcotráfico y en especial de los crímenes del monstruo de Medellín.
Trujillo mantuvo un férreo control sobre la prensa durante su sanguinaria dictadura; y Maduro ha callado a todo el que ose decir algo en contra de su dictadura. Los países socialistas mantienen por igual un control sobre lo que se dice.
Hace unas semanas, el expresidente Rafael Correa, con el estilo de la nueva izquierda que promovió Hugo Chávez, se quejaba de la libertad de prensa y cómo los dueños de los medios entendían que vendían una mercancía como otra cualquiera.
Decía que la información es un derecho y desde que se inventó la imprenta, esta es propiedad del dueño del negocio. Habla Correa de las columnas de chismografía y que se puede manipular la información porque no se puede protestar contra las difamaciones, porque esto significa para muchos un atentado contra la libertad de prensa.
Correa entiende que la manipulación de la información es responsabilidad de los dueños y esto no es así. Puede servir sin dudas, para proteger sus intereses en ciertos momentos, pero más que el dueño, los responsables de la información son los directores, los propios periodistas y los columnistas.
Ser periodista imparcial es desarrollar una carrera de riesgos, es enfrentar a políticos y hasta empresarios. Es una profesión arriesgada, en los años de los setenta y ochenta vimos cómo periodistas como Orlando Martínez y Gregorio García Castro fueron asesinados, cómo se atentó contra la vida de Juan Bolívar Díaz, por criticar al régimen de turno.
Nuestro país goza de libertad de expresión, muchas veces excesiva porque se insulta a cualquiera, y así como hay periodistas excelentes que hacen análisis profundos, existen otros que venden la pluma o el micrófono al mejor postor.
No es como dice Correa, que el problema son los dueños de medios, es un problema más profundo, es una sociedad corrompida, donde existen verdaderos ejemplos de periodistas y también quienes han aprendido a lucrarse diciendo o escribiendo lo que a otros les conviene.
Vemos el caso del enfrentamiento entre CNN y el Presidente Trump. No caben dudas que Trump se ha ganado en cierta medida el enfrentamiento con CNN y gran parte de la prensa, pero no hay nada que haga el presidente que ellos acepten como positivo y eso no lo hacen los dueños, son posiciones de los diferentes programas que se transmiten por ese importante canal informativo.
Hace unos días, una entrevista con el exdirector de la CIA, tanto en gobiernos demócratas como republicanos, James Wolsey, en el programa de Don Lenon, éste no dejaba que Wolsey desarrollara sus ideas cada vez que quería expresar algo positivo sobre Trump, repiten hasta la saciedad lo negativo y eso lleva a la sociedad a adoptar las posiciones que hemos visto en estos días.
La prensa tiene un papel fundamental que jugar, sin dejar de decir la verdad, pero no puede convertirse en un agitador común, porque su poder de penetración es inmenso y nunca disfrazar la verdad porque entienden que le puede convenir a los intereses de un gobierno, de un partido, o de cualquier sector de la sociedad que pretenda, vía la prensa, evitar que la opinión pública conozca la verdad.
¿Cuántas veces no hemos leído columnas que no tienen que ver con el dueño, el director o los periodistas distorsionar la verdad, mentir sin ningún tipo de escrúpulos y meses después decir todo lo contrario?
Hacer dinero ha pasado a ser un objetivo de todas las profesiones, sin importar muchas veces la forma o los medios y eso es en gran parte lo que lleva al mundo a la desinformación.
Ya vemos cómo se quieren controlar las redes, se crean grandes grupos de seguidores, para promover productos o dañar productos, para promover candidatos y para ocultar la verdad.
El papa Francisco define como el más grave pecado de los medios de comunicación la calumnia, la clasifica como pecado mortal y que los que difaman deben pedir perdón frente a lo que definitivamente es una injusticia.
Pero dice que lo peor de todo es decir las cosas a medias, ya que evita que las personas puedan hacerse un juicio de valor, por falta de elementos suficientes para saber si es verdad o mentira lo que se informa.
Todo el que escribe y habla en los medios tiene una responsabilidad enorme, no son sólo los dueños, que también tienen su cuota de responsabilidad. Pero como me decía un amigo dueño de medios “cuando sale algo que perjudica a alguien me llaman a mí; sin embargo, si la publicación es conveniente para cualquier interés, llaman al director a felicitarlo”.
Ojalá entendamos la importancia de una información veraz, que no responda más que a las verdaderas necesidades de la nación.