En una sociedad donde la delincuencia, la falta de sensibilidad y la criminalidad se multiplican y destruyen las bases de sustentación de la comunidad, de repente vemos que el sano planteamiento de leer pasajes bíblicos en las escuelas públicas, para formar mejores ciudadanos, ha generado un descarnado debate que camina sobre frágil telaraña, y donde los únicos perdedores podrían ser los ciudadanos y la sociedad del mañana.
Nadie discutiría que la Biblia es el libro más vendido y más leído de la historia de la humanidad, y que no es necesario, ni mucho menos obligatorio, ser cristiano para disfrutar la lectura de cualquiera de los excelentes libros que recogen hermosas narrativas que van desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y donde aquellos geniales cronistas nos describen, con envidiable capacidad descriptiva, los orígenes de la sociedad primitiva.
Y si por siglos la Biblia ha sido considerada como el mejor de todos los libros escritos, por qué considerar inconstitucional leer el libro del Génesis, donde nuestros antepasados intentaron explicar, con las limitaciones de entonces, los orígenes del planeta Tierra, los orígenes de las migraciones provocadas por largas sequías que obligaron al patriarca Abraham a caminar hasta Egipto, y los orígenes de las primeras inundaciones en la Mesopotamia fruto de lluvias diluviales que provocaron desbordamientos anormales de los ríos Tigris y Éufrates?
¿Por qué considerar inconstitucional leer el libro del Éxodo?, el cual podría ayudar a futuros políticos a entender cómo el pueblo hebreo era esclavizado en canteras de granito y de piedra caliza del antiguo Egipto, en tiempos de los faraones, y cómo desde entonces el pueblo pobre tenía la esperanza de que llegaría el momento en que Dios habría de enviar a un redentor que los sacaría de esa terrible esclavitud y los guiaría hacia la tierra prometida, esperanza materializada en aquel niño que por ser salvado de las aguas recibió por nombre Moisés, y que al crecer prefirió abandonar el lujo y el confort del palacio del faraón, y abandonar la posibilidad de ser futuro faraón, por entender que su lugar estaba al lado de su pueblo, al cual pudo sacar de Egipto luego de 10 terribles plagas que diezmaron la resistencia del faraón, para entonces conducir al pueblo hebreo a través del mar Rojo en ruta hacia el Sinaí. O ¿acaso no se supone que lo que hizo Moisés es lo que debe aprender, y debe hacer, todo político comprometido con su pueblo?
En una isla de altísimo riesgo sísmico, donde los terremotos son nuestra principal amenaza mortal, y donde en el año 2010 un terremoto de magnitud 7 mató 316,000 personas y dejó 350,000 heridos y mutilados, ¿podría considerarse inconstitucional leer los versículos 24 al 27 del capítulo 7 del Evangelio de Mateo?, donde nos enseñan que “el hombre prudente construye su casa sobre la roca y el hombre insensato construye su casa sobre la arena”, siendo esa la primera cátedra de ingeniería sismorresistente dictada en el planeta Tierra 2 mil años antes de que los ingenieros geólogos comenzáramos a entender que las edificaciones construidas sobre rocas rígidas resisten los terremotos porque cuando las ondas sísmicas de corte atraviesan las rocas viajan a muy altas velocidades y toda su energía la consumen en velocidad, no en amplificación, pero que las edificaciones débiles construidas sobre suelos arenosos flexibles tienen una alta probabilidad de colapsar al momento de un terremoto porque cuando las ondas sísmicas de corte atraviesan arenas y arcillas viajan muy lentamente, y para poder mantener el balance de energía deben amplificarse, y es esa amplificación la que genera las fuerzas cortantes que hacen colapsar edificios débiles, además de que las arenas sueltas y saturadas de agua sufren el destructivo efecto de licuefacción sísmica. Y si todos los niños aprendieran esa lección salvaríamos a miles de personas en cada terremoto, tal y como un niño salvó a cientos de turistas en el sudeste asiático cuando al ver la retirada del mar les advirtió alejarse de la costa porque era señal de un tsunami, y ese tsunami momentos después mató a 288,000 personas.
¿Dónde está la inconstitucionalidad de leer las conceptuales cartas enviadas por el apóstol Pablo a los corintios, o a los efesios, o a los romanos, o a los gálatas? pues al menos quienes tengan la oportunidad de leer esas cartas aprenderían a escribir cartas cargadas de lógica y con alto sentido de humildad, en una sociedad donde hoy lo que menos abunda es el criterio lógico al escribir cartas y donde generalmente escasea la humildad.
En un país cristiano donde el lema independentista y el lema constitucional es: Dios, Patria y Libertad, no tiene nada de inconstitucional el hecho de plantear que en las escuelas se lea la Biblia con el objetivo de formar mejores ciudadanos.