La inteligencia artificial (IA) es una especie de revolución tecnológica que concita mucho interés hasta generar tendencia constantemente, por la cuantiosa inversión que hacen diversos países, su uso aplicado a la ciencia y la tecnología, la falta de regulación y el temor de que las capacidades que ofrece vayan sustituyendo al ser humano en diferentes tareas, sin importar lo complejas que sean.
En el caso de Latinoamérica, si bien ha trascendido por las reservas importantes de litio y tierras raras utilizadas en la elaboración de equipos tecnológicos que se emplean en el desarrollo de inteligencia artificial y otras disciplinas relacionadas, como es la quimioinformática, lo cierto es que en la región hay países que se muestran punteros en la inversión y desarrollo de herramientas tecnológicas que pueden replicar tareas, optimizar el tiempo de producción y reducir costos operacionales, planteando soluciones innovadoras capaces de producir cambios importantes y favorables en los sectores económicos que hacen uso de estos recursos.
La Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) viene analizando el tema a través de conferencias, como la efectuada el pasado 4 de marzo, con el título “IA en América Latina y el Caribe: retos, estrategias y gobernanza para el desarrollo de la región”, que plantea la necesidad de explorar el potencial de la IA para salir de las tres grandes trampas que limitan el desarrollo en esta parte del mundo, ellas son: baja capacidad de crecimiento y de desarrollo productivo; elevada desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social; y débil institucionalidad y gobernanza poco efectiva. El propósito es impulsar transformaciones en aras de lograr un desarrollo más productivo, inclusivo y sostenible.
El citado mecanismo por igual ha presentado estudios realizados en conjunto con el Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile (CENIA), siendo el caso de la Segunda Edición del Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA), publicado en septiembre de 2024, donde se establece que los países pioneros de la región son Chile, Brasil y Uruguay, los cuales “no solo han avanzado en la implementación de tecnologías basadas en la IA, sino que también están orientando sus estrategias nacionales hacia la consolidación y expansión de estas tecnologías en todos los sectores de su economía y sociedad. Cuentan, además, con un entorno favorable que potencia la investigación, el desarrollo y la adopción de tecnologías, promoviendo la innovación y aplicación de IA”.
En lo referente a la República Dominicana, tiene un buen nivel de gobernanza, un aspecto relevante dentro del estudio, pero enfrenta desafíos en investigación, desarrollo y adopción de tecnologías de IA.
Ciertamente, se requiere socializar la importancia de que se invierta en inteligencia artificial para focalizarla en sectores neurálgicos como el agrícola, lo que ofrecería mayores garantías de que a tiempo de puedan identificar fenómenos meteorológicos como la sequía y con ello optimizar la frecuencia del riego de los cultivos, la clasificación de los mismos, así como de plagas y malezas, recordando que los cambios de temperatura como efecto directo del cambio climático generan pérdidas en las cosechas y ponen en riesgo la seguridad alimentaria en una nación como la nuestra que tiene que suplir la demanda interna, al sector turístico y garantizar las exportaciones.
Y qué decir de la seguridad y defensa nacional, las cuales dependen de mantenernos a la vanguardia para producir inteligencia oportuna que permita reducir al mínimo los riesgos y amenazas latentes. Los sistemas de alerta, vigilancia y monitoreo fundamentados en inteligencia artificial podrían dar mejores garantías del desarrollo de las operaciones. No obstante, tal panorama plantea otras inquietudes, relativas a la reducción de la dependencia de mano de obra y los problemas de desempleo que pudieran crear si no se garantiza la sostenibilidad; y aspectos éticos, a propósito de que se interprete que se vulnera la privacidad o derechos de las personas, por lo que resulta imperante ir dilucidando el establecimiento de un marco legal regulatorio, para evitar que las cosas se salgan de control.