Día tras días las redes sociales se hacen más potentes. Primero se fortalecieron a través de las grandes corporaciones empresariales, luego los grandes centros de servicios y de un tiempo para acá las grandes masas populares y sectores organizados las han convertido en sus principales instrumentos de reclamos. Hay experiencia en todo el mundo que demuestran “los molleros” de estas nuevas modalidades de comunicación y de presión.
Sobrados están los ejemplos en el mundo en los que las redes sociales han sido el pie de amigo para convocatorias gigantes empujadas por personas que nunca antes habían participado ni en una reunión de su sector residencial o el barrio donde crecieron. El mejor referente se inició en Egipto en el 2011 cuando a través de Twitter y Facebook se empujaron las protestas que en el 2013 ayudaron a derrocar al Gobierno del presidente Hosni Mubarak.
Después los ejemplos aparecen por doquier. En nuestro país las redes han ido jugando un rol que ya no se puede ignorar, superando en ocasiones la fortaleza de los partidos políticos y las instituciones estatales. Los movimientos de la Marcha Verde, las manifestaciones en contra de la modificación de la Constitución para incorporar la reelección presidencial, o las concentraciones en la Plaza de la Bandera denunciando los cuestionados procesos electorales, así lo confirman. Ahora que se ha instalado un nuevo Gobierno, las redes parecen tomar impulso y revertir acciones palaciegas o de funcionarios ministeriales. Fueron estas redes que en principio obligaron al Gobierno a recoger su propuesta de Ley de Presupuesto del 2021, cargada de impuestos que golpeaban directamente a la clase media, la que con más fuerza recurre estas herramientas. El hostigamiento digital también ha llegado con temas como la “eliminación del barrilito” en la Cámara de Senadores, las declaraciones juradas de bienes de los nuevos funcionarios y legisladores o la selección de miembros independientes para la Junta Central Electoral. En estos casos las redes han tenido más beligerancia que los partidos políticos convirtiéndose en verdaderas piedrecitas en los zapatos del Poder.