En la pasada semana, Daniel Revilla, director para Latinoamérica y el Caribe de la prestigiosa empresa aseguradora Lloyd’s, empresa que tiene su sede principal en Londres, planteó, de manera formal, que los resultados de un estudio sobre amenazas de desastres en las principales ciudades del mundo indica que el riesgo de pérdidas por terremotos en Latinoamérica y el Caribe se calcula en US$4,650 millones, y que este alto riesgo constituye un llamado a los gobiernos para el mejoramiento de la resiliencia ante los eventos catastróficos, un llamado para la revisión y actualización de los códigos de construcción, y un llamado para establecer sistemas de alertas, porque ante la posibilidad de un desastre estos tres aspectos son los que hacen la gran diferencia.
El estudio global de Lloyd’s, realizado en conjunto con la universidad de Cambridge, hizo un análisis detallado de las diferentes amenazas a las que podrían verse expuestas las 279 ciudades que generan la mayor parte de las riquezas del mundo (PIB mundial), incluyendo 31 ciudades latinoamericanas y caribeñas que tienen alta vulnerabilidad geofísica por estar ubicadas muy cerca de fallas geológicas sísmicamente activas donde en el pasado se han producido grandes y devastadores terremotos que han generado miles de víctimas y han destruido gran parte de las infraestructuras que fueron mal construidas sobre suelos flexibles de malas respuestas sísmicas como gravas, arenas y arcillas.
Pero conociendo las grandes amenazas, y las cada día más altas probabilidades de que seamos impactados por las grandes fuerzas que se liberan súbitamente durante las roturas de la corteza terrestre, es fundamental que la totalidad, o al menos una parte de ese alto riesgo, sea compartido con las empresas aseguradoras a través de pólizas de seguros contra terremotos, maremotos, huracanes, tormentas e inundaciones, pues, tal y como anteriormente había dicho Revilla, durante los terremotos ocurridos en México en septiembre de 2017 sólo el 8% de las infraestructuras que colapsaron, o resultaron dañadas, estaba asegurado, y casi todo lo que estaba asegurado eran autopistas, carreteras y otras obras públicas que habían sido aseguradas por el Estado y que fueron pagadas en su totalidad por las empresas aseguradoras, sin embargo, las compañías aseguradoras no pudieron ayudar a los miles de damnificados porque sus propiedades no estaban aseguradas, y toda esa gente damnificada se quedó casi sin nada.
De igual modo, a finales del mismo año 2017 Lloyd’s dijo haber pagado casi US$4 mil millones a sus clientes en Estados Unidos y en países del Caribe por daños causados por los huracanes Harvey, Irma y María, ocurridos entre finales de agosto y mediados de septiembre de 2017, huracanes mayores que llegaron uno detrás del otro y provocaron daños totales del orden de los 306 mil millones de dólares, representando las mayores pérdidas económicas históricas que se hayan producido en apenas tres semanas por impactos de fuerzas de la naturaleza.
El vocero latinoamericano de Lloyd’s ha dicho que cuando en Nueva Zelanda se produce un terremoto el 80% de lo colapsado está asegurado, mientras que cuando Chile fue impactado por el terremoto del 27 de febrero de 2010 cerca del 35% de lo que colapsó, o se dañó, estaba asegurado y fue pagado en su totalidad, diferente al caso de México donde sólo el 8% de lo colapsado, o dañado, estaba asegurado.
De nuestra parte es importante destacar que luego de la experiencia chilena donde el 35% de lo dañado por el terremoto del 27 de febrero de 2010 fue pagado por las aseguradoras, los bancos de Ecuador comenzaron a exigir a las micro, pequeñas y medianas empresas que solicitaban créditos que se proveyeran de pólizas de seguros contra terremotos, y cuando ocurrió el terremoto del 16 de abril de 2016 el 95% de lo que colapsó, o se dañó, estaba asegurado y fue pagado, muy diferente al caso de Haití, donde casi nada de lo colapsado, o dañado, durante el terremoto del 12 de enero de 2010 estaba asegurado, y por esa razón 10 años después de ese gran terremoto Haití no ha podido levantarse de los escombros dejados por el más mortífero terremoto ocurrido en los últimos 100 años.
Revilla considera que ha faltado información y comunicación a la población latinoamericana y caribeña sobre la importancia de protegerse contra desastres y catástrofes, y que las aseguradoras deben trabajar con los gobiernos latinoamericanos y caribeños para “educar” a los ciudadanos sobre las amenazas de la naturaleza, y hacerles ver que las aseguradoras están para “ayudarles cuando lo necesiten”, realidad que debe ser entendida por toda la sociedad, especialmente en la República Dominicana donde permanentemente estamos amenazados por huracanes y terremotos, y donde siempre se ha dicho que es mejor tener una póliza de seguros y no tener que utilizarla, a requerir utilizarla y lamentablemente no tenerla.