En escasos siete días se celebrarán una de las elecciones más conflictivas que recuerdo después de las de los expresidentes Carter y Reagan.
El presidente Reagan tenía un discurso muy similar al del actual incumbente de la Casa Blanca, que era hacer relanzar la economía, hacer a Estados Unidos fuerte y el eslogan de “America First”.
Mi buen amigo, el embajador Wally Brewster, en un tuit decía que “los próximos siete días no podrán pasar más rápido”.
Sin dudas, han sido unas elecciones a lo latinoamericano. El primer debate fue un espectáculo lastimoso, dos hombres con experiencia política, líderes de la nación más importante del mundo, en un momento tan crítico como el que vivimos y las diferencias entre los dos partidos llegan al extremo de no lograr acuerdos de cómo reactivar la economía.
El segundo debate, tanto los candidatos como la moderadora, se condujeron mucho más profesionalmente, pero nada profundo, acusaciones mutuas de mal manejo de la pandemia y de corrupción de la familia del candidato demócrata.
¿Qué cambiaría si ganan los demócratas o si repite el presidente Donald Trump? El debate de los Estados Unidos es, si prefieren un gobierno más liberal o más conservador.
Lo hemos visto en la Suprema Corte con la juramentación de la jueza Amy Coney Barrett, un triunfo, sin dudas, del presidente Trump, que logró conformar para los próximos años una corte con una orientación muy conservadora.
Se enfrentan dos candidatos, uno de setenta y cuatro años, otro de setenta y ocho, que de llegar Biden a la presidencia sería el mandatario de mayor edad en la Casa Blanca. Esto abre la posibilidad de que uno de los candidatos a la vicepresidencia pueda constitucionalmente asumir la presidencia.
Tema central de la campaña ha sido el manejo de la pandemia por parte de la actual administración. Siendo honestos, nadie estaba preparado para algo como esto y es muy fácil criticar. El manejo pudo haber sido mejor por parte del presidente, su rechazo a usar mascarillas, nadie lo puede entender. Fue valiente en haber cerrado la economía. Su manejo con China tiene que ser diferente. Pretender no comprar nada en esa gran economía es aumentar los precios. Pero a la vez, podría repartirse la producción con los países de América Latina, que es el mercado ideal para Estados Unidos.
El tema de migración no creo que cambie con ninguna de la administración. La administración de Obama deportó muchos más que la administración actual; el tema está en cómo se informan las acciones para mitigar la inmigración ilegal.
El manejo de la economía sí es un tema de visiones diferentes entre demócratas y republicanos. Biden habla de aumento del salario mínimo, en un momento como este eso podría crear problemas a empresas que están tratando de sobrevivir. Trump habla de reducir impuestos a los más ricos.
Es un tema espinoso, hemos visto cómo se concentra cada vez la riqueza en menos manos, pero a la vez cómo los impuestos no se aplican igual en cada estado, esto promueve una migración de empresas hacia los estados que tienen menores tasas impositivas.
Está también el tema de la política energética. Biden, aunque ha cambiado el discurso, dice que estaría a favor de continuar la explotación de recursos petroleros y en especial el fracking, que es la extracción de gas y petróleo del subsuelo, a lo que los ambientalistas se oponen.
Personalmente, no creo que cambie mucho de ganar uno u otro. Un cambio de estilo será difícil, la personalidad de Trump no tiene fotocopias.
Pero lo más importante en estas elecciones no son las promesas de los candidatos, son los riesgos de las elecciones en sí. Nunca habían votado tantas personas por correo. En el 2016 votaron en total ciento treinta millones y en estas elecciones, votantes temprano, como los definen, ya han votado sesenta millones y se espera que pudieran llegar a cien millones, y un total de votantes de ciento cincuenta millones.
Donde está el problema es, cómo se cuentan los votos por correo. Se revisan primero con el padrón, luego hay que asegurar que no ha votado dos veces y finalmente, revisar que la firma concuerde con la que está en el padrón. Aquí hay delegados de los dos partidos, tienen una tendencia a objetar la firma dependiendo a quien beneficia el voto.
Esto podría llevar las elecciones, como sucedió en las de Bush-Gore, a la Suprema Corte, que sin dudas se inclinaría más a un presidente republicano, a pesar de las objeciones hacia el presidente Trump, que ha sido muy conflictivo, tanto en las políticas internas como las internacionales, creando incertidumbre en muchos organismos donde la presencia de Estados Unidos es fundamental.
Nuestro deseo es que las elecciones concurran en un marco de transparencia, que no se asemejen a las elecciones de algunos países latinoamericanos. Todos esperamos con entusiasmo el tres de noviembre.