Parece mentira, pero desde el 2004 se vota en el exterior. Prácticamente, una experiencia técnica-política que, salvo 2020 -más que otra cosa, por un pésimo manejo de gestión de la JCE, siempre fue exitosa, pues se logró gestionar procesos electorales bajo la premisa del concurso armonioso de los partidos y ciudadanos dominicanos voluntarios, compromisarios de un sistema electoral que llegó a ser modelo regional. Sin embargo, ese logro, con el déficit de gestión o gerencia de 2020 y el autoritarismo-testarudez actual, se vino abajo.
Y todo parte, a nuestro modo de ver, de tres aspectos de falta de gerencia efectiva, a saber: a) ver y asumir los partidos, por parte de la JCE, como entes de retranca o problemas, cuando es todo lo contrario (son actores indispensables en todo proceso electoral), b) falta de supervisión, rendición de cuentas oportunas -sobre empadronamientos en el exterior- y cuasi abierto rechazo hacia los partidos en contraposición a una pronunciada preferencia por el partido llamado “sociedad civil” (cuando, en el exterior, todos conocemos los colores partidarios ya sean nacionales o locales -por ejemplo, en USA: demócratas o republicanos); y c) cada vez más se evidencia una tendencia, quizás no intencionada, en prolongar la conformación y operatividad de las Oclee, y así las oficinas de la JCE en el exterior -Opree- terminarán provocando un gravísimo problema en la captación y entrenamiento de funcionarios de colegios electorales lo que generá vacíos de gestión eficaz el día de las elecciones.
Todo ese cuadro de falta de gerencia efectiva va perfilando una atmósfera nada halagüeña de cara a las próximas elecciones de 2024, y a menos que no se genere, por parte de la JCE, iniciativas de integración inclusiva de los partidos y ciudadanos voluntarios, lo que se proyecta es un mayúsculo caos. Y si les sumamos otros factores, no menos preocupantes, como: que no tenemos un padrón de ultramar -como ya tienen otros países- sino un registro o listado voluntario de inscritos, por demás susceptibles de fallas técnicas -y hasta de dislocamiento- de los ciudadanos (pues no saben, por falta de información ciudadana; y, que, por poner un ejemplo -que la JCE nos corrija: ¿verdad o especulación?-, cada vez que solicitan un reemplazo por pérdida de su cédula deben cerciorarse si han quedado empadronado o no), el no tener acceso al número de empadronados por operativos móviles -algo que las OPREEs deberían informar ipso facto a los partidos-, el hecho de que la JCE tenga proyecciones de posibles ciudadanos a empadronar, incluso, con números-metas, cuando solo debería motivar y promocionar a inscribirse, la prácticamente desaparición -vía resolución- de las actas por una suerte de “reporte” o cuadre de “actas” (hecho que, en el fondo, le quita a las Oclee su condición, por ley, de junta municipal), lo curioso de que, estados o ciudades que, en 2020, tenían un padrón o registro de inscritos en crescendo hoy aparezcan con un listado o registro de inscritos menor que estados y ciudades que no estaban en el mapa electoral del exterior, y nos preguntamos: ¿habrá habido mudanzas o éxodos máximos de ciudadanos dominicanos en el exterior de un estado a otro? Quién sabe.
En fin, que la JCE necesita, con urgencia, despejar, en ultramar, semejante nubarrón o arroz con mango, nada halagüeño. A menos que queramos -y me niego a creerlo- jugar a sabrá Dios qué suerte de certeza o caos….