El incremento en los precios del petróleo que provocó el ataque a las instalaciones petroleras en Arabia Saudita ha renovado las preocupaciones respecto a la vulnerabilidad del país frente a choques externos sostenidos de este tipo. El aumento de los precios del petróleo tiene impactos en las finanzas de los hogares y las empresas porque les obligaría a gastar más en energía e hidrocarburos. También en las finanzas públicas. Aunque las recaudaciones asociadas al impuesto selectivo al consumo de combustibles crecerían, también lo haría el subsidio al sector eléctrico porque el costo de generación de energía se elevaría. El efecto neto es negativo para las cuentas del gobierno.
Sin embargo, desde el punto de la economía en su conjunto, la preocupación principal es que la factura petrolera crezca mucho. Si esto sucede, obligaría a desviar recursos necesarios para importar otros insumos, maquinaria y equipo, y bienes de consumo a fin de pagar por importar la misma cantidad de hidrocarburos. Como para que esta economía crezca necesita divisas para importar lo que no produce como insumos y maquinaria y equipo, el aumento en la factura petrolera deja menos espacios para crecer y crear empleos. En ese sentido, el crecimiento observado entre 2014 y 2018 tuvo mucho que ver con los bajos precios del petróleo en ese período.
Solo para que se tenga una idea del peso de las importaciones petroleras, si los precios retornaran a los niveles de antes de 2014 (algo improbable porque Estados Unidos ha aumentado mucho su producción), la economía tendría que destinar casi 1,400 millones de dólares adicionales para pagar por la factura petrolera. Esto es equivalente a más del 18% de los ingresos por turismo, a casi el 20% de los ingresos por remesas y a más de la mitad de la inversión extranjera directa de 2018. Adicionalmente, una factura petrolera acrecentada, pondría una mayor presión sobre el mercado cambiario porque el país estaría obligado a erogar más divisas para seguir importando un volumen similar de hidrocarburos.
Aunque en los últimos años, los saldos externos han sido bastante favorables cuando se les comparada con los de inicios de la década gracias a los bajos precios del petróleo, a los altos precios del oro y al turismo y las remesas, es relevante preguntarse como andan las cuentas externas del país en lo que va de 2019 y qué tanto aguantarían un golpe de ese tipo.
Este artículo pasa revista a los datos más recientes.
Las exportaciones pierden fuerza
Los datos que provee la Dirección General de Aduanas (DGA) confirman que en 2019 las exportaciones han perdido fuerza. Entre enero y agosto de este año crecieron en 261 millones de dólares comparado con el mismo período de 2018. Eso significa una expansión de 4.1%, menos de la mitad que el crecimiento de 8.9% registrado entre enero y agosto de 2018 comparado con 2017.
Casi todo el aumento de 2019 ha sido gracias a las exportaciones nacionales, que crecieron en 5.7%, porque las de zonas francas se mantuvieron estancadas. Los datos sugieren que ese incremento se debió a aumentos en las exportaciones de oro (empujadas precios del oro más elevados), ferroníquel y frutas. También es notable que las exportaciones que crecieron lo hicieron hacia China y hacia Europa.
Si las exportaciones continúan creciendo a ese ritmo hasta final de año, los ingresos serán mayores por unos 450 millones.
El crecimiento de las importaciones se derrumba
Pero lo más sorprendente de las cifras recientes del comercio exterior dominicano es la fuerte caída que se observa en el crecimiento de las importaciones. Entre enero y agosto de 2019, las importaciones totales crecieron en apenas 1.6% respecto a enero-agosto de 2018 y las importaciones no petroleras crecieron en 1.9%. Esto fue casi una décima parte de lo que lo hicieron entre enero y agosto de 2018 y menos de la mitad de lo que crecieron, en promedio, entre 2015 y 2018.
Aunque las importaciones de bienes de consumo crecieron en 5.9% y las de bienes de consumo distintos de combustibles lo hicieron en 4.9%, las de insumos cayeron en 4.2% y las de insumos no petroleros en 2%. Las de bienes de capital (maquinarias y equipos) aumentaron en sólo 2.4%.
La señal de ese comportamiento es muy poderosa: el crecimiento económico se ha desacelerado notablemente y las importaciones imprescindibles para la inversión y la producción como las de maquinarias, equipos y materias primas no solo no han crecido, sino que han declinado.
Si las importaciones continúan creciendo a ese ritmo, hacia final de año terminarán creciendo en más de 320 millones comparado con 2018.
La caída en el crecimiento de las importaciones derivada del menor crecimiento evitó que la balanza comercial se deteriorada.
Entre enero y agosto de 2019, el déficit comercial se mantuvo en algo más de 7,100 millones de dólares, muy similar al observado el año pasado. La balanza no petrolera también se mantuvo estable con un saldo negativo de unos 4,500 millones.
El turismo a la baja, remesas al alza
Por segundo mes consecutivo, las cifras de turismo cayeron en números rojos como resultado de las informaciones negativas que circularon en la prensa internacional sobre el país como destino turístico. En agosto, el número de arribos de extranjeros no residentes (turistas) fue de poco más de 396 mil, casi 55 mil turistas menos que en agosto de 2018, y probablemente más de 70 mil menos de los que debimos haber recibido si el crecimiento observado en los primeros meses del año se hubiese mantenido.
Hasta agosto, se habían recibido casi 4 millones de turistas, 71 mil menos que el total recibido entre enero y agosto de 2018, y más de 230 mil menos de los que debimos haber recibido hasta esa fecha. Esto supone una caída de cerca de 6% de los arribos de extranjeros no residentes, y presumiblemente de los ingresos de divisas.
Es difícil predecir el comportamiento de los ingresos por turismo hacia final de año porque no está claro cuan prolongado terminará siendo el efecto de la mala publicidad. Pero si asumimos el dudoso supuesto de que agosto será el último mes en el que se sentirán los efectos negativos, los ingresos totales comprometidos habrán sido de algo más de 130 millones de dólares comparado con los ingresos totales percibidos entre enero y agosto de 2018, y de 166 millones si se compara con los ingresos que se hubiesen podido percibir si los arribos hubiesen crecido con normalidad (asumiendo una tasa de crecimiento de 4%). Hay que reconocer que, en cualquier caso, en términos de los ingresos de divisas, el impacto no terminará siendo muy significativo.
Las remesas, sin embargo, continuaron creciendo. Hasta julio subieron en 285 millones (7.5%) respecto a enero-julio de 2018. De continuar creciendo a ese ritmo, a finales de año alcanzarán casi 7 mil millones de dólares, 487 millones más que en 2018.
En síntesis
Cuando se considera la situación del balance externo actual y el comportamiento reciente observado hasta agosto de todos los factores combinados, esto es, exportaciones, importaciones, e ingresos por turismo y por remesas, hay que concluir que las cuentas externas están en una posición razonablemente buena para lidiar con el impacto negativo de un eventual incremento de los precios del petróleo. Esto es especialmente cierto si, como es lo esperable, aunque suba, el precio no supere, digamos, la barrera de los setenta dólares por barril.
Paradójicamente, lo que explica la capacidad de aguante inmediata es el relativamente bajo crecimiento económico que ha deprimido el crecimiento de las importaciones dejando más espacio para importar petróleo más caro. A esto se suma el sostenido crecimiento de las remesas.
Además, como resultado de la reducción en el déficit externo en los últimos años, el Banco Central ha visto incrementar sus reservas sensiblemente y tiene más capacidad para contener presiones sobre la demanda de divisas como resultado de un aumento de la factura petrolera.
No obstante, el escenario se puede tornar más complejo si la economía mundial sigue tropezando y entra en un período de crecimiento muy bajo o de recesión. En ese caso, los efectos sobre el turismo, las exportaciones y las remesas pueden hacer mucho más difícil lidiar con el petróleo caro.