El Estado dominicano está llamado a velar por la formación moral, intelectual y física del estudiantado. Eso dice la Constitución de la República. “La educación tiene por objeto la formación integral del ser humano a lo largo de toda su vida y debe orientarse hacia el desarrollo de su potencial creativo y de sus valores éticos”, explica nuestra Carta Magna en su artículo 63.
¿Qué rol debe desempeñar el Estado cuando los recintos educativos se tornan en un agobio para algunos estudiantes que sufren agresiones, intimidación y desasosiego? Según el ministro de Educación, arquitecto Andrés Navarro, al Estado le corresponde un papel de liderazgo para desarticular todo tipo de abuso que se cometa en las aulas. Y eso incluye el acoso escolar. Este razonamiento es la base de la campaña de prevención ‘Yo te hago el coro contra el bullying’, presentada ante los medios de comunicación a principios de junio.
Estas semanas en que retomamos el correcorre de preparar niñas, niños y adolescentes para el inicio de clases, constituyen un momento ideal para promocionar esta campaña que representa “un esfuerzo por detener la dañina práctica del acoso en perjuicio de la salud física y emocional y del rendimiento escolar de los niños, adolescentes y jóvenes en los centros educativos”. Agradezco y felicito esta encomiable iniciativa pues representa un aporte entrañable y urgente.
¿Qué tan preponderante es esta problemática? Un estudio del 2014, titulado ‘Prevalencia, Tipología y Causas de la Violencia en los Centros Educativos de Básica y Media de la República Dominicana’, realizado por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE), sostiene que el acoso escolar es perpetrado en un 33.6% de las aulas dominicanas investigadas. De este porcentaje, “los estudiantes reportan que el acoso verbal es más común, y ocurre con mayor frecuencia durante los momentos de ocio, con un 51.6%, mientras que en el salón de clases con el docente presente se da en un 41.2%”. En el nivel de educación básica el abuso suele ser verbal, pero al subir de curso, también escala la violencia. Y esto es grave.
Aquella noche de junio el ministro Navarro enfatizó: “Otra vez apelo a las familias para que junto a nuestros estudiantes podamos hacer posible esta necesaria campaña contra la violencia emocional en las escuelas, un paso que hemos asumido con carácter de prioridad en el marco de la agenda del Ministerio, diciéndole no a la burla, al irrespeto y a la desconsideración en esos espacios de desarrollo personal que son los centros educativos”.
Sí, pero ¿qué es acoso? La campaña utiliza la palabra “bullying”, que es un término inglés, pero nos explican que bullying o acoso escolar es “una conducta de persecución física o psicológica que realiza el estudiante contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios”, expresa el Minerd. En el español más llano, acoso escolar es maltratar, instigar, intimidar, ofender o burlarse de compañeras y compañeros.
Cabe resaltar que el acoso escolar, especialmente contra niñas y adolescentes, muchas veces viene de profesores, pero ese punto quedará pendiente para otro artículo y, ojalá, para otra guía educativa del Minerd.
Se necesita valentía para detener el acoso escolar. Una persona no puede aprender ni desarrollarse a plenitud en un espacio donde sufre intimidación. Es de suprema importancia que líderes educativos reconozcan que situaciones abusivas no pueden normalizarse y tengan el coraje para erradicarlas. ¿Qué podemos hacer usted y yo al respecto? Por ahí viene mi próximo artículo.