Este martes pasado, en el marco de la Segunda Conferencia Nacional de Estadística, la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) informó que durante el primer semestre del año, las exportaciones totales de bienes alcanzaron 4,752 millones de dólares. Sin embargo, días antes, en su habitual informe sobre los resultados preliminares de la economía dominicana durante el primer semestre del año, el Banco Central había informado que las exportaciones de bienes en ese mismo período habían alcanzado 5,434.3 millones de dólares, 671 millones más de lo que la ONE indicó.
Simplemente, esto no debe suceder. Desafortunadamente, ha venido sucediendo por mucho tiempo y las consecuencias son fatales para la credibilidad de las estadísticas. Hasta hace poco, tres instituciones del Estado (el Banco Central, la Dirección General de Aduanas y el CEI-RD) publicaban diferentes cifras sobre el valor de las exportaciones. Por fortuna, reconociendo que no es parte de su misión y que no tiene ventajas en eso, el CEI-RD ya no lo hace más. Pero todavía persiste la duplicidad de cifras y de fuentes.
Como se muestra en el gráfico adjunto, entre 2012 y 2017, las diferencias entre las cifras que publica el Banco Central sobre el valor de las exportaciones y las que publica la Dirección General de Aduanas (DGA) han sido sistemáticas. En 2012 la diferencia fue de poco menos de 1,743 millones, en 2013 y 2014 se ubicó entre 1,400 y 1,500 millones, en 2015 y 2016 fue de cerca de 1,100 millones y en 2017 fue de algo menos de 1,300 millones. Se trata de números muy elevados y no de diferencias menores relacionadas con ajustes estadísticos o de otro tipo. También se observan diferencias en los datos de importaciones pero son mucho más reducidas.
La historia de la dispersión estadística
Hay una historia que explica la dispersión estadística. Por años, la calidad de los datos que producía la Dirección General de Aduanas (DGA) sobre los flujos del comercio internacional, en especial los de las exportaciones, era insuficiente. Esto se derivaba de la falta de rigor y sistematicidad en los registros. Los procesos eran manuales lo cual aumentaba el riesgo de errores, el personal a cargo no tenía las suficientes habilidades técnicas y no seguían adecuadamente los protocolos para el asiento de los datos. En el caso de las exportaciones, el hecho de que no produjeran recursos fiscales abonaba al desinterés de asentar bien la información que sirve de base para construir buenas estadísticas.
Esa baja calidad de los datos generaba desconfianza en otras instituciones como el Banco Central que tiene la obligación de producir las estadísticas de Balanza de Pagos, las cuales dan cuenta de todos los intercambios y flujos entre el país y el exterior. El intercambio comercial es una parte de esas estadísticas y, a falta de datos confiables de las aduanas sobre el comercio de bienes le obligaba a corregir los datos de las aduanas y producir sus propios datos. Pero no por eso la DGA dejaba de publicar las estadísticas que derivaban de sus registros. Por su parte, el CEI-RD también se aventuró en su momento a publicar estadísticas propias de exportaciones nacionales (distintas de las de zonas francas), procesando los datos de aduanas.
Avances palpables
Por fortuna, en los últimos años parecen haber ocurrido avances notables en la calidad de los datos que produce la DGA, y que son la base sobre las que han elaborado estadísticas las otras instituciones. La automatización de los procesos aduaneros seguramente ha contribuido de manera importante a mejorar los registros.
Un resultado evidente de ello es que, desde hace unos pocos años, la DGA ha estado publicado mensualmente, y de forma continua y oportuna (pocas semana después del cierre de mes) en su página web los datos de las exportaciones e importaciones clasificadas por grupo de productos, por país de origen o destino, por acuerdos comerciales, por régimen (zonas francas, importaciones nacionales, internación temporal), por colecturía y por destino económico (bienes de capital, insumos, bienes de consumo).
Las razones de las divergencias
A pesar de eso, como vimos, persisten diferencias grandes entre los datos de exportaciones que publica el Banco Central y los de aduanas. Hay varias fuentes de divergencias. Una de las más importantes es que los de la DGA se derivan exclusivamente de los registros aduaneros y no considera las exportaciones que no pasan por procesos formales. Tal es el caso de una parte de las exportaciones hacia Haití, las cuales el Banco Central estima.
Una segunda es que es muy probable que haga ajustes a los datos de la DGA contrastándolos con los registros de importaciones de mercancías originarias de la República Dominicana de algunos socios comerciales importantes del país.
Por último, el banco computa la venta de mercancías a naves y aeronaves, tales como combustibles y alimentos, como una exportación. Entre 2012 y 2017, estas ventas fueron, en promedio, de unos 500 millones de dólares. Una muy elevada proporción de esas operaciones no es exportaciones reales sino reexportaciones, pero en términos estrictos, como se trata de una venta de una entidad residente (p.e. una empresa distribuidora de combustibles) a una entidad no residente (p.e. una línea aérea) se computa como una exportación, aunque el valor agregado local sea ínfimo. También las aduanas debería computarlas como exportaciones, pero no está claro qué tan efectivamente lo hace.
Algunas de las divergencias pueden ser legítimas y entendibles. Más aún, diversas instituciones públicas pueden construir datos distintos sobre comercio a partir de metodologías diferenciadas porque quieren capturar cuestiones distintas de interés específico para ellas. Pero no es aceptable que se divulguen cifras tan dispares bajo el mismo título sin que siquiera haya una calificación ni las debidas consideraciones porque esto alimenta la confusión y el descrédito innecesariamente. De hecho, ninguna de las razones mencionadas sobre estas divergencias aparece claramente establecidas en documento público alguno. Sólo son conocidas “de oídas” por quienes preguntan.
A mediados de la década pasada, la ONE impulsó la creación de un comité interinstitucional para robustecer y armonizar las estadísticas de comercio internacional del país.
Desafortunadamente, parece que la fragmentación y la defensa de los espacios y productos institucionales individuales (sumadas a las dificultades técnicas naturales) continúan prevaleciendo.
El desafío de las estadísticas de exportaciones de servicios
Pero el desafío no es sólo armonizar las estadísticas del comercio de bienes. También hay que mejorar la calidad de las del comercio de servicios. En 2017, el 46% de todas las exportaciones fueron de servicios, y un 19% de ellas (casi 950 millones de dólares) fue de servicios distintos al turismo. Algunos de ellos son servicios de telecomunicación e información tales como los call centers (143 millones de dólares en 2017), culturales y recreativos (79 millones), financieros (46 millones) y empresariales tales como los llamados BPO o servicios de oficinas (87 millones).
Los servicios son tan diversos y cambiantes que capturar datos y generar estadísticas de calidad sobre el valor de su producción y sus ventas es una tarea muy especializada, compleja y siempre imperfecta. En esto, el Banco Central tiene un desafío permanente.
Finalmente, además de levantar datos, con ellos hay que construir indicadores. ¿Qué porcentaje de nuestras exportaciones tienen alto contenido tecnológico? ¿Qué tan concentradas están en unos pocos productos, servicios o mercados? ¿Qué porcentajes de las importaciones son de insumos industriales o agrícolas, alimentos o manufacturas para el consumo final? ¿En cuales productos el país parece tener ventajas para exportar y en cuáles no?
Elaborar estos indicadores no es sólo una responsabilidad el Estado. También es de la academia. En el Observatorio Dominicano de Comercio Internacional (ODCI) procuramos contribuir con ello. Elaboramos y actualizamos anualmente unos 60 indicadores de comercio exterior www.odci.org.do que complementan las estadísticas básicas oficiales.
En síntesis, el Estado dominicano no debe seguir ofreciendo datos divergentes de las exportaciones de bienes, y si lo hace, éstos merecen ser adecuadamente calificados para que todo el mundo entienda hasta donde llega cada cifra.