Recientemente, ante una pregunta de la prensa sobre los riesgos para el país de las tensiones económicas internacionales, en especial, la guerra comercial entre China y Estados Unidos y la posibilidad de una recesión global, el Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, el colega y amigo Juan Ariel Jiménez, destacó lo que percibe como dos importantes fortalezas que tiene la economía dominicana para hacerles frente.

El primero es el reducido déficit en la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, lo cual, en su lectura, ha contribuido a reducir las vulnerabilidades externas. El segundo es la trayectoria de reducción del déficit fiscal que se ha observado y que hace que el gobierno requiera menos financiamiento para cubrir sus operaciones. En mi opinión, el segundo argumento no es fuerte.
Jiménez cita la reducción del déficit desde 6.5% del PIB en 2012 hasta cerca de 2% en años recientes. Pero la verdad es que el alto nivel observado en 2012 fue excepcional, único, vinculado al esfuerzo del partido de gobierno por retener el poder.
Consecuentemente, en 2013, pasado el año electoral, el déficit cayó por debajo de 3%, un nivel similar al observado antes del año electoral, y se ha mantenido oscilando entre 2.2% y 3% del PIB desde entonces, con una tendencia a la reducción, pero muy pequeña. De tal forma que, en realidad, distinto a lo que sugirió el ministro, el país no ha ido “disminuyendo significativamente el déficit fiscal”.

En contraste, su argumento de que el déficit de Cuenta Corriente ha declinado es simplemente incontrovertido. Las cifras oficiales que citó del saldo de la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos son indisputables. Pero ¿Qué significa eso exactamente? ¿Por qué ha sucedido? ¿Qué tan sostenible es esa reducción? ¿Reduce en realidad las vulnerabilidades de nuestra economía a choques externos?

Definiciones

Antes que nada, definamos para el público amplio la Balanza de Pagos y la Cuenta Corriente. La Balanza de Pagos es el registro donde se asientan todas las transacciones monetarias que hacen los residentes y entidades de un país con residentes y entidades del extranjero. Eso incluye las transacciones de personas, empresas y el Estado. La Cuenta Corriente es una de las cuentas, la que más atención recibe, de la Balanza de Pagos, la cual registra, como su nombre lo indica, las transacciones corrientes, digamos ordinarias, como la compra de productos del exterior (importaciones) y la venta al exterior (exportaciones).

La Cuenta Corriente tiene cuatro componentes: a) la balanza comercial, que registra las exportaciones e importaciones de bienes, b) la balanza de servicios, que, como su nombre lo indica, registra las exportaciones e importaciones de servicios tales como las ventas de servicios turísticos a extranjeros o la compra por parte de residentes en el país de servicios de transporte de carga o pasajeros a empresas extranjeras; c) la balanza de rentas o de ingresos primarios, que registra principalmente la repatriación de beneficios de empresas de inversión extranjera en el país (salida de recursos monetarios y la repatriación de beneficios de inversiones nacionales en el extranjero (entrada); y c) la cuenta de transferencias, que registra la entrada y salida de remesas y otras transferencias que no impliquen alguna contrapartida en bienes o servicios.

Los datos

Lo que ha pasado con la Cuenta Corriente en el país en los últimos años, esto es, con la suma de los saldos de esos cuatro balances, es que se ha reducido de forma notable. En 2010, el déficit alcanzó poco más de cuatro mil millones de dólares. Esto fue equivalente a 7.5 % del PIB de ese año.

Sin embargo, desde 2012 en adelante empezó a declinar hasta alcanzar un mínimo en 2017 de 133 millones de dólares, equivalente a 0.2% del PIB de ese año. En 2018 repuntó un poco al subir hasta 1,160 millones o 1.4% del PIB.

Las causas

¿Por qué sucedió esto? Fundamentalmente por cuatro razones. Primero, porque los precios del petróleo cayeron mucho a partir de fines de 2014 y aunque en 2018 se recuperaron, siguen estando por debajo de los niveles que prevalecieron entre 2010 y 2014. Mientras en 2012 la factura petrolera alcanzó poco menos de 4,800 millones de dólares, en 2016 llegó hasta sólo 2,300 millones.

Aunque la de 2018 subió por encima de 3,700 millones, fue un 22% más baja que la de 2012. Esto contribuyó de forma decidida a contener el crecimiento del déficit de la balanza comercial, el cual se ha mantenido relativamente estable a lo largo de esta década, en un nivel cercado a los 8 mil millones de dólares.
Aunque las importaciones no petroleras han crecido debido al crecimiento económico, el ahorro del petróleo compensó.

Segundo, porque las remesas se han venido incrementando, en parte por la recuperación de la economía de Estados Unidos en los últimos años que ha favorecido el aumento de los ingresos laborales de dominicanos y dominicanas residentes en ese país y en parte por la continuada emigración hacia ese país. Ambas cosas han contribuido a incrementar los envíos de remesas. En 2018 alcanzaron casi 6,500 millones de dólares, 76% más que los menos de 3,700 millones de 2010.

Hoy las remesas pagan, por así decirlo, casi un tercio de todas las importaciones de la economía dominicana, son equivalentes a más de la mitad de las exportaciones, y financian más de 10% del consumo final.

Tercero, porque los arribos de turistas han crecido de forma significativa y los ingresos derivados también. En 2018, los ingresos por turismo alcanzaron más de 7,500 millones de dólares, más de 80% por encima de los 4,162 millones registrados en 2010.

Esto ha incrementado el superávit de la balanza de servicios, el cual subió en ese mismo período desde menos de 2,900 millones hasta casi 5,900 millones. En 2018, esos ingresos representaron el 27% de todos los ingresos corrientes del país, incluyendo exportaciones y remesas.

Cuarto, por el incremento en las exportaciones de oro, las cuales pasaron desde menos de 30 millones en 2010 y 2011 hasta un promedio anual de casi 1,400 millones entre 2013 y 2018. Es bien conocido que esto ha sido el resultado de los altos precios del oro que han prevalecido en el mercado internacional en la última década y que hizo rentable la explotación de los yacimientos de Pueblo Viejo. Esto se sumó a la baja del precio del petróleo para lograr que el déficit de la balanza comercial no creciera.

Las exportaciones brillan por su ausencia

Nótese que, en la descripción recién pasada, las exportaciones de bienes están ausentes. Y no es porque no han crecido. Lo han hecho, pero a un ritmo tan bajo que simplemente no destacan.

Entre 2012 y 2018, crecieron a una tasa de 3.9% por año, y entre 2015 y 2018 a una de 2.6% por año, bastante por debajo de lo que crecieron las remesas (9.2%) y el turismo (7.7%). Ese pobre desempeño implicó que entre 2011 y 2018, la participación de los ingresos por exportaciones en los ingresos corrientes cayera desde más de 43% hasta 39%.

La repatriación de utilidades hace un hoyo

Adicionalmente, hay que resaltar que el déficit del balance de rentas es muy alto y crece casi continuamente debido a la repatriación de utilidades de las empresas de inversión extranjera. El ministro Jiménez se refirió a que el déficit de la Cuenta Corriente es financiado con flujos de inversión extranjera. Eso es correcto. Sin embargo, hay que hacer dos anotaciones. Primero, además de ser financiado por esa inversión, el déficit es también cubierto con deuda pública externa. El país contrata anualmente deuda externa por más de 2,500 millones de dólares.

Segundo, es poco mencionado el hecho que, aunque se recibe inversión extranjera por cerca de 2,700 millones por año, se repatria utilidades por un monto similar, de tal forma que el efecto neto en términos de ingresos de divisas es nulo. Mientras en 2010, las repatriaciones alcanzaron casi 1,660 millones de dólares, en 2018 adicionaron mil cien millones más, llegando hasta 2,760 millones. Como el crédito, la inversión extranjera, que merecer ser estimulada, en especial la dirigida a sectores clave, no es gratuita. Hay que pagarla.

En síntesis, el déficit externo ha declinado notablemente y, como dijo el ministro, eso es importante y positivo, pero lo ha hecho fundamentalmente por factores que poco tienen que ver con un mejor desempeño económico y menos con políticas públicas. El petróleo, las remesas y el oro han sido las estrellas del juego y no tenemos control ni podemos darnos crédito por ellas. Más aún, el petróleo y el oro nos pueden aguar la fiesta en cualquier momento. La única estrella sobre la que tenemos algún mérito es el turismo, y en estos meses hemos sido testigos de cuan vulnerable es. Mientras tanto, la repatriación de utilidades extrae cada vez más recursos, neutralizando el efecto de la inversión extranjera en los ingresos de divisas.

De allí que el desafío esté claro: lograr que el bajo déficit de Cuenta Corriente al menos se sostenga y que lo haga sobre bases fuertes antes que por azares de los mercados internacionales. Eso implica lograr que las exportaciones empiecen a crecer con fuerza, y eso pasa por promover activamente la transformación productiva para lograr producir con más eficiencia y con más calidad para exportar, y por promover exportaciones de forma efectiva.

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