En enero del presente año escribí un artículo sobre la Virgen de la Altagracia, Protectora del Pueblo dominicano y ahora dedico esta entrega para destacar la devoción a la Virgen de Las Mercedes, Patrona del pueblo dominicano, destacando aspectos importantes sobre su origen e historia al celebrarse el 24 de septiembre su venerable día.
Resulta oportuno señalar que el contenido mesiánico implícito en el largo proceso que se advierte en la conquista y colonización del Nuevo Mundo por parte de España, tiene sus raíces en la conformación social y espiritual de la nación colonizadora.
En efecto, bastaría reconocer la historia de España para advertir que existe, desde sus más lejanos tiempos una simbiosis estructural entre los hechos humanos y la intermediación de un ser superior, presente en momentos decisivos de su historia, lo que le da un carácter peculiar donde conviven, simultáneamente, los hechos histórico-religiosos y ninguna materia, apunta Fray Cipriano de Utrera, “debía llevar la supremacía, en esta orden que la referente al estudio del culto y veneración de Las Mercedes, que en la República Dominicana como herencia secular, honra y venera a la Madre de Dios, como a su principal Patrona”.
El origen del culto a la Virgen de Las Mercedes se remonta al siglo XII de la Era Cristiana, cuando “la mayor y mejor parte de España estaba oprimida por el yugo de los sarraceno-musulmán que practica la religión islámica cuando a consecuencia de esa situación innumerables fieles gemían en durísima esclavitud con peligro de su fe católica y de su eterna salvación.
Fue entonces cuando el bienaventurado, dice la leyenda, Pedro Nolasco, que ofrecía su piedad y buenas obras y estaba consagrado a la meditación en procura de los medios para librar a los cristianos de la amargura de la esclavitud, bajo el poder mauritano, entonces la Santísima Virgen apareció mostrándose con rostro sereno, expresándole que fundase una Orden de religiosos a cuyo cuidado estuviese la liberación de los cautivos cristianos de la tiranía de los turcos.
Así nació la Orden de la Merced, pues esa misma noche, dice la leyenda, la Santísima Virgen se dejó ver del bienaventurado Raimundo de Penal y de Jaime, Rey de Aragón, instándolos a que debían proteger la institución antes dicha. Entonces, el 10 de agosto de 1218 el propio rey don Jaime estableció esta institución como se le había pedido, ostentando el título de Real y Militar.