¿Qué somos…? Un suspiro, una respiración profunda, un abrir y cerrar de ojos, un simple destello de luz. Esa es, quizá, la metáfora más fiel de nuestra existencia: breve, frágil, impredecible. Las páginas “De la brevedad de la vida”, autoría del filósofo estoico Séneca, nos vinculan sus enseñanzas con la fatídica y desconcertante tragedia ocurrida en el Jet Set Santo Domingo, que nos recuerdan, de forma abrupta, la vulnerabilidad que acompaña al hecho de estar vivos. Séneca nos recuerda: Vivimos atrapados en lo trivial, en la urgencia de lo inmediato, dejando de lado lo esencial: la familia, los afectos, el compromiso con quienes más nos necesitan. Nos consume el ruido del mundo, mientras postergamos lo que realmente importa, como si el tiempo nos perteneciera ilimitadamente. Lo regalamos sin pensar, lo perdemos sin dolor, como si el mañana estuviera garantizado. Posponer la vida es el gran error del que advierte Séneca. La vida no se vive más tarde, ni se recupera después. La vida es ahora.
Lo indeleble que trasciende a ese destello de luz, cuando se apaga, son las acciones, la transformación positiva de la vida de las personas, la manera en que hacemos sentir a otros, como entregamos nuestra esencia y genialidad a ayudar con la satisfacción del ardor de la gratitud que emana en nuestros corazones…La médico psiquiatra, Marian Rojas Estapé, a quien admiro y anhelo conocer, dice: todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro. A lo que parafraseo: todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de un mundo más justo, más humano, más empático, más sensible, más inclusivo… para la vida, ese instante.