En un país en el que la falta de transparencia, las mentiras y el incumplimiento con la ley son prácticas no solo comunes, sino que generalmente se reproducen sin consecuencias, es difícil saber cuál es la verdad o quién tiene la razón en cada situación que se destapa.
De igual forma, en un Estado con un presidencialismo tan fuerte y en una coyuntura de altísima concentración de poder del partido oficial, si bien no todo lo que sucede es atribuible al gobierno se puede afirmar al menos que lo que no sucede es aquello que no tienen voluntad de hacer, pues cuando la tienen pasa y a veces con inusitada rapidez.
Y lo que es peor, los bajos niveles de institucionalidad reinantes no solo se reflejan en el desempeño de las instituciones, el accionar ciudadano y el quehacer de negocios, sino que hacen que las fortalezas radiquen en personas y que el nivel de exigencia ciudadana del cumplimiento legal dependa del temor que se tenga al funcionario de quien se trate; suplantándose así personas por instituciones y respeto a la ley por temor al abuso de poder.
Hay que tomar conciencia de todas esas realidades para comprender mejor la cartelera teatral que nos ofertan periódicamente a la ciudadanía, la que muchas veces solo busca provocar una situación de conflicto para generar una opinión pública favorable a la autoridad, cuando esta actúe supuestamente en defensa de los intereses nacionales.
También hay que entender los intereses detrás de cada medio de comunicación u opinador público, pues como el buen manejo de los conflictos de intereses es la excepción en nuestra sociedad, acontece que la principalía que se da a ciertos temas, el giro en su enfoque o la falta de cobertura obedezcan a cuestiones particulares; que si bien no impiden emitir opiniones, las mismas deberían darse transparentando los conflictos que se tengan.
A pesar de la asimetría de información en la población dependiendo de factores regionales, de clase, de edad y otros, así como de los deficientes niveles educativos que se reflejan principalmente en la capacidad de razonar y comprender; quizás como una reacción natural ante tales situaciones nuestra población ha desarrollado un gran nivel de desconfianza que la lleva no solo a dudar de todo lo que se le expone, sino a especular que siempre hay otras razones distintas a las dadas para cada hecho que acontece, lo que hoy en día podría enmarcarse dentro de las teorías conspirativas en boga mundialmente.
Es en este contexto que debemos analizar el acontecer nacional, como por ejemplo: las declaraciones de funcionarios sobre la supuesta necesidad de nuevas caras en el liderazgo político; las reacciones de las autoridades frente a los reclamos ciudadanos manifestados a través de marchas organizadas, que aún teniendo todo el peso del poder en contra se mantienen; las supuestas negociaciones para aprobar una ley de partidos que en realidad ninguno de los actores políticos quiere pues desean seguir actuando sin control y la alegada defensa al interés público frente a ODEBRECHT, empresa a la cual a pesar de su confesión de sobornos las autoridades no han querido inhabilitar manteniendo su contratación, pero al mismo tiempo queriendo desechar lo que no convenga del contrato o lo que no negociaron bien.
Ante tal panorama es mandatorio analizar a profundidad, identificar el trasfondo de cada acción, comprender que aun medidas simpáticas pueden ser engañosas y conllevar inaceptables violaciones al marco legal y hacer conciencia de que asistimos permanentemente a obras teatrales que nos exigen dejar de ser impávidos espectadores y hurgar hasta llegar al fondo, para tratar de obtener así la verdad entre las mentiras.