ESCUCHA ESTA NOTICIA
|
En la era de la hiperconexión, incluso la muerte ha sucumbido a los dictados del algoritmo. El funeral del papa Francisco, líder espiritual de más de mil millones de personas, ha sido escenario de una escena que parece sacada de una distopía contemporánea: visitantes tomando selfies frente al féretro del pontífice. Donde debería haber recogimiento, hubo encuadres; donde se esperaba silencio, surgieron flashes y publicaciones en redes.
Las imagenes se han hecho virales. Decenas de asistentes, muchos de ellos jóvenes, inmortalizaron el momento con sus teléfonos móviles. Algunos incluso posaron sonriendo, en un gesto que descoloca, inquieta y abre interrogantes urgentes sobre el lugar del yo digital en los rituales que antes pertenecían al ámbito sagrado o íntimo.
¿Selfies con el Papa?, ¿En serio?
Indignante la actitud, la falta de respeto, la inmoralidad, se sacan fotos como si el cuerpo del Papa Francisco fuera atracción turística.
Recordemos la despedida a la Reina Isabel II, ni una selfie, la gente pasaba y hacía reverencia. pic.twitter.com/n5CqNxrfXV— Poirot (@Argenpoirot) April 24, 2025
Los dolientes se toman fotografías con el cuerpo del Papa Francisco en la Basílica de San Pedro como si fuera una atracción turística. A pesar de las reglas y la decencia básica, aparecieron los teléfonos, aparecieron los palos para selfies y la reverencia se fue por la ventana. Los guardias ahora prohíben las fotos porque, aparentemente, el sentido común no fue suficiente.
El luto convertido en contenido
¿En qué momento el duelo dejó de ser una expresión humana profunda para convertirse en una oportunidad de validación digital? Esta no es una crítica moralista ni una defensa nostálgica de tiempos pasados. Es una llamada de atención sobre lo que podríamos denominar una dismorfia emocional: el fenómeno por el cual los sentimientos solo se sienten si pueden ser compartidos, comentados o aprobados.
El funeral del papa Francisco se convirtió así en un escenario simbólico de esta deriva. El respeto se esfumó entre hashtags. La veneración mutó en autopromoción. En lugar de participar en un acto comunitario de despedida, muchos optaron por protagonizar su propio momento ante la cámara, con el cadáver del pontífice como telón de fondo.
Más sobre el papa Francisco
La cultura de la selfie y sus límites
Desde la sociología, la selfie ha sido estudiada como un reflejo del narcisismo contemporáneo, pero también como una herramienta de construcción de identidad y pertenencia. El problema radica en el contexto y el propósito. En este caso, la fotografía frente al cuerpo sin vida del papa Francisco representa un desplazamiento preocupante: el duelo deja de ser expresión de dolor y se convierte en una oportunidad de visibilidad.
No se trata solo de una acción individual. Detrás de cada selfie hay una estructura de incentivos: plataformas que premian la inmediatez, audiencias que recompensan el impacto y medios que amplifican sin matices. La liturgia ha sido desplazada por la lógica del contenido.
Un espectáculo sin alma
Gabriel García Márquez escribió que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. En la actualidad, la frase podría adaptarse así: la vida no es lo que uno vivió, sino lo que logró publicar antes de que desaparezca en 24 horas. Esta lógica ha colonizado incluso los espacios más íntimos.
La muerte del papa Francisco, lejos de generar recogimiento, ha sido utilizada como fondo para una escena que se repite sin cesar: la del yo digital buscando protagonismo. No se trata únicamente de quienes posaron. También debemos mirar a las plataformas que estimulan estos comportamientos, a los entornos institucionales que no los frenan, y a los medios que, sin crítica, los convierten en titulares virales.
Le recomendamos leer
Una pregunta incómoda
Este texto, sabemos, no detendrá la marea de selfies. Quizá mañana otros funerales, otras tragedias, otros espacios de dolor se conviertan en contenido efímero. Pero conviene hacerse una pregunta incómoda: ¿qué revela de nuestra sociedad una generación que necesita posar frente a un cadáver para sentirse parte de algo?
Recuperar el sentido del duelo no es una cruzada religiosa ni una exigencia conservadora. Es una defensa del significado. Porque si incluso frente al cuerpo del papa Francisco nos resulta imposible apagar la cámara, tal vez lo que está muriendo no es la fe, sino la capacidad de sentir sin compartir.