Apropósito de semejante título, urge entonces abordar dos teorías de cuño reciente, tras quedar insertas dentro de la segunda mitad de la centuria novecentista, identificadas como tesis pragmática y conductismo semántico, cuyos precursores fueron Ludwig Wittgenstein y Willard Quince, siguiendo de nuevo a Francisco Conesa, por cuanto de una vez cabe emprender la labor cognoscitiva previamente enunciada.
De entrada, puede traerse a colación que Ludwig Wittgenstein, luego de haber contemporizado con los tratadistas de la filosofía analítica de carácter cientificista, tras escribir el Tractatus logico-philosophicus, elogiado en el Círculo de Viena, entonces con su nueva obra, epigrafiada como Investigaciones filosóficas, pasó a comulgar con los autores de la tradición británica, cuyos estudios sobre la materia eran realizados tomando como base los aportes del lenguaje ordinario.
En todo caso, los filósofos adscriptos a la perspectiva teórica de viejo cuño, anclada en el positivismo, prefirieron eludir el lenguaje cotidiano, debido a las imperfecciones consubstanciales, derivadas de la vaguedad y ambigüedad de las estructuras sintácticas, defectos que serían impropios para construir con exactitud y claridad los enunciados lógicos que eran necesarios, en aras de dotar a la filosofía del requerido carácter científico.
En su primera etapa de formación intelectual, el precitado autor preconizó que la lógica cubre el mundo, la realidad, el pensamiento, el lenguaje y cualquier estructura sintáctica de cariz científico, así que en semejante perspectiva filosófica tanto la proposición simple como compleja puede verse como si fuera una figura pictórica, maqueta, dibujo o pieza musical para representar una situación real, hipotética, o bien describir un determinado estado de cosas.
Luego de superarse a sí mismo, tras logar la madurez intelectual, Ludwig Wittgenstein pudo descubrir la patología propia de todo filósofo, consistente en la manía o ansia de la generalización, denotada como el hábito de extraer conclusiones precipitadas con la vana pretensión de establecer verdades universales, pero en materia de significado lingüístico conviene prestar atención a cada caso en particular, debido a que resulta mejor observar para después pensar, sin ánimo exhaustivo de captar la esencia de la cosa u objeto.
Ahora, luego de abandonar la teoría figurativa, este filósofo llegó a la serena reflexión de que, para inteligir el significado de una palabra o enunciado proposicional, hay que fijarse en el contexto lingüístico, pero además cabe poner atención al entorno pragmático de la vida, pues no basta con usar el término en la estructura gramatical, por cuanto se impone percibir la intención, dable entre los interlocutores, durante el juego del lenguaje.
Según esta nueva concepción sobre el signo lingüístico, enmarcada dentro de la pragmática, el lenguaje queda considerado como una actividad lúdica, sometida a reglas, por cuanto se trata de distintos juegos, dotados de normas propias, donde el significado de cada palabra puede definirse por el uso dado a dicho término, representando determinado patrón, modelo o forma de vida, correspondiente a cualesquiera de los interlocutores.
En lo concerniente a la segunda teoría sobre el significado del signo lingüístico, cabe recrear la tesis de Willard Quince, denominada como conductismo semántico, cuyo contenido identifica la noción de la palabra con los estímulos suscitados, mediante la emisión vocálica del término u oración, seguida de la reacción responsiva obtenida, tras volver a escuchar otra imagen acústica.
Sobre este autor, conviene poner de relieve que perteneció al Círculo de Viena, pero luego de quedar desintegrada esta agrupación de intelectuales, con la llegada de Adolf Hitler al mando estatal en Alemania, tuvo que emigrar hacia a los Estados Unidos de Norteamérica, donde llevó consigo semejante teoría enraizada dentro del positivismo lógico, cuyos componentes básicos eran estímulo y respuesta.
Con todo cuanto ha sido dicho hasta aquí, conviene dejar sentado que la pragmática como nueva vertiente del giro lingüístico tiende a centralizarse dentro de la perspectiva del realismo semántico, ya que reconoce la interpenetración entre lenguaje, pensamiento y realidad, pero poniéndose en evidencia la relación existente entre el significado de la palabra y el uso dable a cualquier término, incardinado en el ámbito de un contexto determinado, por tanto, queda en total claridad que en la ocasión se trata de una disciplina científica que vino a ocuparse de la funcionalidad y eficacia de una que otra locución, frase, preposición, enunciado u oración, puesta en el rodaje escénico de la interacción comunicativa, vista como ludismo dialógico.