Derrotar al Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en los próximos comicios de febrero y mayo significa ponerle fin al control cuasi absoluto que este partido tiene de todo el entramado institucional de República Dominicana. En ese sentido, salir del PLD significa abrir una gran puerta y crear mejores condiciones para el ejercicio de nuestros derechos políticos y sociales. Por lo que indican todas las encuestas y se puede observar en las calles, la apertura de esa puerta está bastante avanzada.
Ahora, quienes tenemos la aspiración de una participación política transformadora nos vemos ante la necesidad y el deber de ir reflexionando sobre la segunda puerta pendiente de abrir o tumbar después de mayo. Se trata de la puerta de un sistema político electoral profundamente desigual, opaco, excluyente y fraudulento. Tenemos un sistema diseñado por los partidos tradicionales con la clara intención de impedir el surgimiento y desarrollo de proyectos alternativos. Con la nueva Ley de Partidos y la Ley de Régimen Electoral el PLD y parte de la oposición crearon un corralito para profundizar todavía más las históricas inequidades del sistema, comenzando con la prohibición de las alianzas para nuevas organizaciones, el endurecimiento de las condiciones para conservar el registro ante la Junta Central Electoral, y el intento de obligar a la ciudadanía a inscribirse en un partido para poder optar por una candidatura. Todo esto sumado a los criterios arbitrarios con los que se otorga o no el reconocimiento a un nuevo partido o agrupación política accidental.
Algunos de estos y otros retrocesos normativos ya han sido declarados inconstitucionales, pero no sin antes cumplir su rol de evitar que el alto nivel de desafección partidaria se exprese por una vía distinta a las tradicionales.
Después de las grandes movilizaciones contra la corrupción y la impunidad, y con casi un 80% de los jóvenes votantes que no se identificaban con ningún partido del sistema, se reforzó el corralito electoral. Y aquí estamos, en resistencia, tratando de hacer política diferente, sin clientelismo, con propuestas y apegados a principios, pero al mismo tiempo dispersos, sometidos a las reglas diseñadas en cuartos cerrados, compitiendo contra la chequera del Estado, contra capos, herederos de las élites políticas y económicas, dueños de bancas de apuestas, lavadores y otras expresiones de los mismos de siempre.
En este escenario participar en las elecciones es un deber, primero, por la urgencia de salir del PLD y todo lo que significa, y segundo, porque nos toca mantener encendida en la sociedad la posibilidad de andar por caminos políticos verdaderamente diferentes.
Pero al tiempo que participamos y resistimos quienes apostamos a un cambio verdadero en la República Dominicana podemos ir articulando ideas y esfuerzos que nos permitan abrir una segunda puerta después de mayo, y atravesarla de manera exitosa en el 2024. Una segunda puerta sería cambiar el método de conteo y asignación de escaños por uno proporcional; transparentar, reconfigurar y limitar el financiamiento político; democratizar el acceso a los medios de comunicación; facilitar la participación y articulación de la ciudadanía a través de agrupaciones accidentales; o simplemente comenzar a sancionar las violaciones flagrantes a las reglas de juego.
Para transformar a la República Dominicana desde la política no basta tener buenas intenciones, ni grandes propuestas ni una ética superior a la de los partidos tradicionales. Se necesita conformar una nueva mayoría, pero el sistema está diseñado justamente para impedir que esa nueva mayoría se configure. Así que toca cambiar el sistema si queremos ser parte de una generación política diferente y victoriosa.