En un diario o en cualquier otro medio, sea la radio, la televisión o los periódicos digitales, se publica lo que los editores y directores autorizan. Y en una sociedad libre, en la que exista tolerancia por la opinión ajena y, por ende, libertad de expresión, nadie puede regatearle a un medio de comunicación su derecho a negarle sus espacios a opiniones o valores contrarios a los que enarbola. Por ejemplo, ningún ciudadano puede pretender que un medio acepte una carta o colaboración que entienda difamatoria. Lo mismo aplica para los articulistas o columnistas, sean diarios o frecuentes.
Por eso, me parece absurdo que la Asociación de Diarios proponga la eliminación, en una reforma, de la Ley 6132 sobre Expresión y Difusión del Pensamiento, de lo que eufemísticamente llaman “responsabilidad en cascada”. Esa posibilidad eximiría a los ejecutivos y propietarios de medios de toda obligación ante la sociedad y sus lectores de velar por las buenas normas y proteger con ello, de cascada si se quiere, la honra y tranquilidad de las personas. Es decir, que un comentarista de la radio o de televisión, y por igual en cualquier otro medio, podría decirle a quien le resultara antipático, como sucede a menudo, cuanto se le ocurra, o a un funcionario o político acusarle de ladrón sin presentar pruebas o evidencia alguna. Al director del medio le bastaría excusarse bajo el pretexto de que la responsabilidad recaería sobre el autor, no en el medio que lo publicó, ni en él quien lo autorizó.
Esa posibilidad, pendiente de una aprobación por el Congreso, terminaría aniquilando el sentido de la ecuanimidad y el buen decir en los medios y dejaría el ejercicio del periodismo en poder de advenedizos sin capacidad para asimilar la enorme responsabilidad que ese oficio conlleva. Los editores y directores perderían toda autoridad frente a su personal y el periodismo sería un volcán en erupción.