La semana pasada el Consejo Nacional de Competitividad (CNC) divulgó los resultados para la República Dominicana del último Informe Global de Competitividad de 2019, que elabora el Foro Económico Mundial. El informe provee lo que se conoce como el Índice de Competitividad Global (ICG) para más de 140 países en el mundo, el cual procura medir los avances de éstos en un conjunto de áreas críticas para el desarrollo. En palabras del Foro, evalúa un conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de una economía.
En ese sentido, aunque sirvan de fundamento a ésta, los aspectos que mide el ICG van mucho más allá de la competitividad. Evalúa el desempeño de cada uno de los países en un conjunto amplio de temas y con unos estándares que se derivan de una cosmovisión en la que el desarrollo se asocia explícitamente al fortalecimiento de instituciones de la democracia liberal, de los mercados y del dinamismo empresarial, además de a otros aspectos en los que hay más consenso en el mundo como las capacidades humanas y la salud, la infraestructura, el crecimiento económico y la capacidad de innovación.
Desde hace años se ha convertido en una práctica común que, en ocasión de la divulgación de informes globales, regionales o nacionales que proveen datos e indicadores relevante sobre el país, las instituciones públicas vinculadas a las temáticas se hagan eco de ellos y que lo hagan destacando principalmente los aspectos positivos al tiempo que minimizan los negativos.
El caso del IGC 2019 no fue la excepción. Las autoridades se esmeraron destacando lo más positivo, en especial el hecho de que el país escaló posiciones en el índice global y que se registraron avances en la mayoría de los pilares que sirven para construir el índice. Sin embargo, y aunque estamos lejos de mostrar retrocesos, una evaluación ponderada del informe y de los datos que arroja para la República Dominicana provee una perspectiva mucho menos optimista.
¿En que consiste en Índice de Competitividad Global (IGC)?
El índice se construye evaluando los avances de cada uno de los países en doce pilares siguientes: instituciones (seguridad pública, transparencia, desempeño del sector público), infraestructura (transporte, electricidad, agua potable), adopción de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), estabilidad macroeconómica (inflación, deuda), salud (esperanza de vida con salud), habilidades laborales (escolaridad, destrezas actuales y futuras de la fuerza de trabajo), mercados (competencia, apertura comercial), mercado de trabajo (flexibilidad, derechos laborales, políticas laborales, meritocracia e incentivos), sistema financiero (profundidad financiera, estabilidad y robustez del sistema financiero), tamaño del mercado (PIB, importaciones), dinamismo de los negocios (costos y tiempo de iniciar un negocio, cultura empresarial), y capacidad de innovación (patentes, publicaciones científicas, inversiones en investigación y desarrollo).
Cada pilar es evaluado por un conjunto de indicadores relevantes para los cuales hay datos. Por ejemplo, en el pilar “instituciones” se incluye el tema de la seguridad pública y se usan datos de la tasa de homicidios o la confianza del público en la policía, y en el pilar “habilidades” se incluyen datos de la escolaridad promedio y las habilidades digitales. A partir de esos datos se construye un índice de 0 a 100 para cada pilar donde la nota máxima la saca el país con mejores resultados, y el resultado de cada pilar se promedia para construir un índice global del país. Por último, los países se ordenan de mayor a menor en función del resultado obtenido en el índice.
Los resultados generales
En términos generales, como lo plantea el CNC, entre el informe de 2018 y el de 2019 el país mostró algunas mejorías. Subió cuatro posiciones en el índice global respecto a otros países al pasar de la posición 82 de 140 países a la posición 78 de 141 países.
Sin embargo, sacar conclusiones a partir de la posición puede ser engañoso. La posición sólo habla de la situación respecto al resto de los países y no dice si el país en verdad avanzó. Si un país no avanza en términos globales mientras otros retroceden, éste puede escalar posiciones en el índice global, lo cual puede llevar a la errónea conclusión de que se registraron mejoras. De igual forma, si un país avanza, pero muchos otros avanzan más rápido, el país puede retroceder en posiciones, pero eso no significa que retrocedió en términos absolutos.
Conocer el desempeño del país con relación a otros es relevante, pero más importante es saber si el país mejoró o retrocedió respecto a sí mismo, esto es, si mostró mejoras en el IGC. Por fortuna, la respuesta es positiva. El IGC para la República Dominicana subió desde 57.4 en 2018 hasta 58.3 en 2019. Lo que no es tan positivo es que, como en el resto de los informes, la mejoría fue verdaderamente pequeña. El incremento en el índice fue de sólo 0.9 puntos, equivalente a 1.6%. Más aún, cuando se evalúa el desempeño del país en el IGC a largo plazo se advierte, igualmente, que desde 2007 cuando el informe fue publicado por primera vez, los cambios han sido pequeños.
El incremento observado en el informe de 2019 fue posible porque, como destacó en CNC, en nueve de los doce pilares se registraron aumentos. Los pilares en los que hubo incrementos fueron en instituciones, TIC, estabilidad macroeconómica, habilidades laborales, mercados, mercado de trabajo, sistema financiero, tamaño del mercado, dinamismo en los negocios y capacidad de innovación. Los retrocesos fueron salud, mercados e infraestructura. Pero de los que aumentaron, sólo el de TIC lo hizo de forma importante. En contraste, el retroceso en salud fue notable.
Instituciones, infraestructura y estabilidad macroeconómica
En materia de instituciones, el índice es el segundo más bajo de los 12 pilares, lo que refleja el estado de precariedad en que ellas están. Aunque en el informe de 2019 subió respecto al de 2018, sólo lo hizo en 1.6 puntos pasando desde 48.5 hasta 50.1 de un máximo de 100. Mejoró el índice de seguridad, pero se deterioró el de libertad de prensa.
En infraestructura, el índice retrocedió una fracción (0.4), alcanzando 64.9 en 2019. La caída se debió al retroceso en los servicios públicos (confiabilidad y accesibilidad a electricidad y agua). En adopción de TIC el índice subió mucho (4.4 puntos) gracias al incremento en la cobertura de Internet. Sin embargo, el índice sigue siendo bajo (51.8) y estamos a la mitad del camino del país mejor posicionado (Corea del Sur).
En estabilidad macroeconómica el país se ubica en una buena posición. Es uno de los 88 países con mejor desempeño en el mundo, especialmente gracias a la baja inflación.
Salud y habilidades para el trabajo
Salud fue otro pilar en los que hubo retroceso, y fue significativo. Cayó 6.8 puntos gracias a un salto atrás en la esperanza de vida con salud. Sin embargo, en el pilar habilidades de la fuerza de trabajo presente y futura, el índice subió, aunque sólo en 1.6 puntos. Las mejoras en el entrenamiento de la fuerza de trabajo ayudaron, pero el índice habla de retrocesos en las habilidades digitales.
Mercados, tamaño de la economía y sistema financiero
En estos ámbitos los resultados también son mixtos. En materia de mercados, que tiene que ver con los temas de nivel de la competencia interna y la apertura comercial hubo un ligero retroceso (-0.4). Este pilar es uno en los que el país está más rezagado. Con respecto al mercado de trabajo vinculado al desempeño en los derechos laborales y la flexibilidad del mercado (facilitad para despedir y contratar) hubo una mejoría (1.3) a pesar de que la equidad salarial entre hombres y mujeres retrocedió.
También se observaron mejorías en los indicadores de desempeño del sistema financiero, tanto los de profundidad financiera (incluyendo financiamiento a PyME y crédito al sector privado) como los de estabilidad (porcentaje de morosidad, solvencia bancaria). Esto hizo subir el índice del pilar en 2.8 puntos para alcanzar 61.6 puntos. Después del de TIC fue el pilar que más creció.
El pilar de tamaño del mercado subió por la expansión del PIB y de las importaciones, pero sólo lo hizo en 0.7 puntos.
Negocios e innovación
El pilar de dinamismo de los negocios asociado a los requerimientos regulatorios para iniciar un negocio y a la cultura empresarial también mejoró. Subió en 2.3 puntos gracias a reducciones en el costo de iniciar un negocio, a pesar de que el tiempo para ello no cambió y tampoco la regulación de quiebra. También el índice recoge que la cultura empresarial se fortaleció.
Por último, el índice del pilar de innovación subió, entre otras cosas porque hay más esfuerzo en investigación y desarrollo y la sofisticación de los compradores es mayor. Sin embargo, es el pilar más rezagado de todos comparado con el resto del mundo.
En síntesis, aunque hubo mejoras, éstas fueron en verdad muy limitadas, como ha sido por años. Además, sólo algunas tienen que ver con políticas públicas, p.e. la estabilidad macroeconómica y algunas asociadas a la educación. Otras como el aumento de la cobertura de Internet o la cultura empresarial no resultan, al menos no directamente, de la acción pública. Más aún, el rezago en varios pilares como el de instituciones, infraestructura y salud tiene que con la falta de buenas políticas.
Cuando se producen este tipo de informes, lo más productivo para la sociedad es promover discusiones y balances ponderados porque cuando se usan casi exclusivamente para divulgar lo positivo, se convierten en propaganda gubernamental de dudosa efectividad política porque se enfrentan al muro de la indiferencia, cuando no al rechazo y la incredulidad de muchos.