Todas las semanas leemos propuestas de reformas fiscales, tanto Jochi Vicente como Mickey Ceara estarán muy contentos porque les están facilitando su labor. Magin Díaz salió primero con el doble sentido de que presentaba la reforma de Colombia, pero su deseo era que esta propuesta sirviera de base a la futura reforma fiscal, un globo de ensayo que levantó urticarias en algunos sectores.
Las protestas políticas y económicas que le generó al gobierno de Duque la presentación de la reforma fiscal en Colombia nos llevaron a todos a pensar que de nuevo no era el momento.
Andy no deja todos los lunes de indicar el camino de la reforma, ansioso, como debe estar, de alguna asesoría, si y es que no la tiene, porque sin dudas se la busca.
Edgar Barnichta fue más allá, no con simples propuestas, elaboró todo un decreto, interesante, pero personalmente, como en las propuestas anteriores, mucho que hablar y mucho que cortar.
Bernardo Vega escribe sobre la “bendita reforma”. Toca también temas medulares que muchos pueden estar de acuerdo o no, pero indica el camino de lo que podría ser la ansiada, temida y necesaria reforma.
Uno de los fines de la reforma fiscal para mí y cualquiera es mejorar las condiciones de vida de una parte importante de la población y equilibrar las cuentas del gobierno. Frente a la posibilidad de una reforma lo primero que los empresarios piden es calidad del gasto, la clase media pone el grito en el cielo para que no la castiguen más y los desheredados de tener mejor suerte, no tienen voz.
Empecemos por la calidad del gasto. Este gobierno ha ido más allá de los enunciados, son miles las acciones tomadas en diferentes ministerios y más importante, los decretos que limitan viajes, gastos en comidas, vehículos de lujo, etc. Una política que hoy se aplica y una de las más importantes y que muchos pasan por alto, es el decreto que no se acepta que ninguna institución incurra en déficits, que pague lo que compra y que no compre lo que no puede pagar.
¿Qué hacemos con el ITBIS? Siempre hemos hablado de aumentar la base y reducir el monto. Pero lo que queda sin ITBIS son sectores que son difícil de cargarles impuestos. ¿Medicinas, canasta básica, educación, electricidad? Cierto que hay una enorme evasión en muchos negocios que venden productos exentos y otros que deben pagar el ITBIS. Buscar soluciones y castigos severos a los evasores. ¿Por qué no eliminar toda extensión de gastos en restaurantes, hoteles, no importa el uso final, cobrar los impuestos a los que se pueden dar el lujo de una comida cara?
¿Por qué no cargar con impuestos altos, los carros de lujo? Eliminar las exoneraciones de senadores y diputados, que el Congreso les provea de un vehículo utilitario, que refleje que somos un país con necesidades presupuestarias.
Revisar todos los incentivos que no sean directos a la producción, porque para ser competitivos debemos tener condiciones iguales, pero existen incentivos que deben ser revisados, muchos cumplieron con el propósito de desarrollar sectores incipientes que hoy no los necesitan.
El país está lleno de segundas residencias, mientras muchos sólo sueñan con poder tener una. Impuestos a cada segunda vivienda, sin importar si es ciudad o rural.
Reducir el impuesto que pagan los asalariados, tributan religiosamente frente a los sectores de profesiones libres que encuentran la posibilidad de evadirlos, afectando su calidad de vida
Sé hace necesario un aumento general de salarios, la inflación ha reducido la capacidad de compra de muchos y ha alejado la capacidad de poder comprar de una mayoría importante.
Este es un país con vías de comunicaciones envidiables y realmente se paga muy poco por el uso de las carreteras, con excepción de la de Samaná. Se paga sesenta pesos por ir a Haina unos pocos kilómetros, pero se paga lo mismo para ir a Puerto Plata o a Sosúa. El impuesto tiene que ser por uso de kilómetros, nunca gratis como es hoy en muchos casos.
Se que este impuesto es difícil, pero tendrá que ser necesario. Gravar los dividendos de todos los sectores, posiblemente con tasas diferenciadas. Gravar la economía digital, pero más importante y también difícil, los juegos. Impuestos altos a este vicio que sólo genera ganancias en algunos escaños del Congreso y que no hay ninguna razón de que sus tasas impositivas sean las más altas.
Las compras por internet se han convertido en un negocio, así como propongo disminuir el impuesto de los asalariados y aumentos generales de sueldos, estas compras han llegado a convertirse en un negocio como otro cualquiera, con el mayor de los incentivos que no pagan impuestos. Gravarlas con las tasas arancelarias correspondientes y pago del ITBIS.
Créditos tributarios para la generación de empleos, no tocar con cargas al sector turístico, el más perjudicado con la pandemia, pero luego de su recuperación también, como todos los demás sectores, debería pagar impuestos sobre beneficios, aunque puedan ser unas tasas menores. Eliminar los anticipos de impuestos, estos sólo logran reducir el capital y muchas veces obliga pagar impuestos en años donde por cualquiera circunstancia las empresas no han tendido beneficios.
La gasolina es un tema explosivo. La población sigue con entusiasmo sus precios. Es cierto que es cara, pero tener un vehículo es un lujo en un país donde el cuarenta por ciento carece de una vivienda. No puede ser posible que el gobierno asuma los aumentos que se producen en los precios internacionales. El que no pueda comprar gasolina que no la compre.
Mucho más lógico es destinar algo de esos impuestos a un plan de viviendas, de obras de infraestructuras que mejoren el tránsito, que los municipios no autoricen construir en cualquier parte, arrabalizando cada vez más las ciudades y haciendo el tránsito imposible, obligando a gastar más gasolina.
La informalidad y la energía, los grandes retos, no de esta administración, de las próximas por venir. Son dos áreas que estoy seguro pronto generarán grandes ingresos.
El país saldrá de la pandemia y de sus nuevas variantes; la economía crecerá un diez por ciento y si la locura de precios y fletes internacionales caen en la sensatez de que los precios actuales nos llevarán a desabastecimiento e inflación, pronto podemos ver una caída de muchos de los commodities, no por deseo de sus productores sino por la incapacidad de muchos de poder comprarlos.
Cuando nos vemos en el espejo de la región debemos decir al levantarnos cada mañana, ¡qué dichosos somos! Pero más dichosos seremos cuando entendamos que es necesario mayor equilibrio social, que no es posible que algunos publiquemos en las redes lo que comemos y bebemos cuando hay tantos que no saben qué dar de comer a sus hijos.
En nuestra historia republicana a los gobiernos les ha sido difícil una justicia imparcial, es por eso por lo que los esfuerzos de la actual judicatura tienen que ser apoyados por todos para lograr las transformaciones necesarias en las áreas que sean. Algunas serán más simpáticas que otras, pero todas necesarias para continuar el ritmo de crecimiento del que nos vanagloriamos.
Vendrán descalificaciones y ataques frontales que la actual Administración tendrá que enfrentar, no solo con valor sino con políticas de comunicación bien estructuradas que eviten confundir a una ciudadanía cada vez más asombrada de la libertad con la que nuestra fauna marina nadó a sus anchas.
A partir del momento que la corrupción se reduzca y el crecimiento de la economía siga fortaleciéndose, esta será la reforma fiscal sin nuevos impuestos. El propio Fondo Monetario Internacional ha reconocido el impulso de nuestra recuperación y cómo podría incidir en un crecimiento sin mayores impuestos que el buen desenvolvimiento que actualmente exhiben la DGII y la DGA.
Le he pedido a mis buenos amigos Nelson Rodríguez, director de este diario y mi buen amigo Manuel Estrella, propietario, que me han permitido por años escribir en este prestigioso matutino, que me dispensen por el resto del mes de julio no estar con ustedes. Regresaré en el mes de agosto con mucho más entusiasmo. Hasta entonces.