Hace rato que una parte o franja de la “sociedad civil” -llámese: oenegés y algunas que otras fundaciones- se enroló a la política desde la periferia de los partidos políticos y proyectos presidenciales; pero lo que no sabíamos era de su doble moral política, y el caso de un exdirector ejecutivo de Participación Ciudadana, ahora funcionario del actual Gobierno, no deja duda: veía ético y aceptable dirigir y cobrar en dos instituciones públicas; hasta que la presión periodística-mediática le obligó a renunciar a una de dos. Pero, ¿acaso, no sabía, el señor Carlos Pimentel -director de la Dirección General de Contrataciones Públicas (DGCP)-, que la ley se lo prohibía, y que su caso, como el de Wellington Arnaud -que aunque también violatorio, obligó a modificar la ley que regía Inapa- sienta un precedente; amén de que emula la escuela-chicana balagueriana? Sencillo: eso solo se les criticaba a los políticos, jamás a redentores-técnicos sociales o “políticos de la secreta”.
Y el caso, aunque se cerró con la renuncia, deja claro que el ejecutivo, a la hora de cumplir compromisos políticos, empresariales o “técnicos”, no consulta o no escucha a su consultoría jurídica. Es más, llega a la tozudez hasta de modificar una ley, como ya lo hizo.
Pero no vamos a hablar de lo que ya es costumbre o inobservancia de la ley, sino de cómo la doble moral política desnuda a técnicos y otrora redentores sociales de la “sociedad civil” -como Carlos Pimentel- que ayer exigían ética pública a políticos, pero que hoy, a pesar de su renuncia, quiso hacerse el gracioso o abiertamente político y glotón.
Por ello, es de suma importancia tener una opinión pública y una prensa atenta a esas inobservancias del ejecutivo y la doble moral política de “técnicos” que ayer pontificaban y criticaban los excesos y corrupción pública de políticos y empresarios, obviando que no toda la sociedad sufre de amnesia.
Finalmente, hace rato que a una franja de nuestra “sociedad civil” se le vio el refajo político y que le gusta el poder; y que cualquiera se aferra al “carguito” como diría el expresidente Hipólito Mejía. En fin, al señor Carlos Pimentel no lo hizo renunciar su ética pública, esa la dejó en el vestuario de su otrora discurso oposicionista, sino la presión mediática y de prensa. Eso quedó más que evidente -incluso, hasta Participación Ciudadana, su otrora “aparato” o taparete, cuestionó y rechazó semejante desaguisado.
Por tanto, creemos que ya es hora de que nuestros políticos y esa ala de la “sociedad civil” abjuren al alumnado balaguerista y que el Ejecutivo observe más las leyes a la hora de cumplir compromisos políticos que, en última instancia, serán pagados con dinero del erario y no de sus bolsillos. Lógicamente, que la práctica no es nueva, pero estos que están en el poder hoy, fueron bastantes críticos-opositores de esas inobservancias que hoy exhiben sin prurito ético alguno. !Que no se olvide!