En días recientes, observamos con preocupación cómo la población del vecino país se lanzaba a las calles en protestas, primero contra el aumento de los precios de los combustibles y la semana pasada contra la corrupción, especialmente la falta de explicación sobre el uso de más de dos mil millones provenientes de Petrocaribe.
Estos fondos estaban destinados a educación, salud e infraestructura, todos elementos tan necesarios en un país que se distingue por las calamidades que pasa una población sometida a la mayor de las carencias del continente.
Las protestas no sólo trataban sobre la desaparición de los recursos, sino que incluso grupos de manifestantes exigían la renuncia del presidente Jovenel Moise, quien rápidamente sustituyó un grupo importante de asociados y asesores, como una forma de calmar las protestas y darle una cara nueva a su gobierno.
La corrupción ha sido una constante en la crisis haitiana. Luego del terremoto, fueron millones los que llegaron de ayuda al empobrecido país, pero desgraciadamente parece ser que fueron a manos de funcionarios y contratistas. Incluso, algo que nunca se demostró, hasta la Fundación Clinton fue acusada de haber dado mal uso a los recursos.
En un informe del Consejo Nacional de Seguridad de las Naciones Unidas, frente a la salida definitiva en 2019 de las fuerzas conjuntas de la ONU, se refieren también que es necesario combatir la corrupción y la violación de los derechos humanos. El informe hace énfasis a que nadie puede estar por encima de la ley en Haití, un problema común de muchos de nuestros países y la necesidad de continuar en la profesionalización de la policía y evitar la politización de la misma.
El informe termina haciendo una llamada a las autoridades, a la sociedad civil y a la comunidad internacional a mantener los precarios logros de la misión de la ONU y es sin dudas el punto más importante.
Continuamente oímos voceros de diferentes organismos internacionales que la solución a la crisis de Haití está en la unificación de la isla. Incluso, se habla de una solución entre Venezuela, Haití y nosotros.
Pensar que la solución somos nosotros, es no tener idea de lo que podría acontecer entre las dos naciones. ¿Cuál sería la reacción internacional de suceder algo como lo acontecido entre la frontera de Guatemala y México? ¿Apoyarían la invasión en manada?
¿Dirían algunos que no pueden existir dos naciones en una sola isla? ¿O estamos de acuerdo con el entonces Jefe del Comando Sur de Estados Unidos, que somos un socio importante de su país y que hacemos importantes esfuerzos con leyes de regulación de los inmigrantes sin importar de dónde vienen?
Muchas veces se acusa al sector empresarial dominicano de promover la idea de una sola isla. No creo en ningún momento que sea la intención. Haití es un mercado importante para los dominicanos y muchos empresarios tienen la convicción de que la única forma de evitar la migración es con proyectos conjuntos entre ambas naciones. Pero de ahí a promover una sola isla, no creo que nadie en su sano juicio promueva esto, ya que hemos visto reacciones de poblaciones dominicanas contra haitianos qué han violado, robado y la actitud ha sido agresiva por parte de los dominicanos que se siente ultrajados.
El Ministro de las Fuerzas Armadas ha dado seguridades de tener la frontera controlada y estamos seguros que es así. Pero nuestros gobiernos nunca han tenido una posición clara frente al tema y esto ha dado pautas a que organizaciones internacionales, incluso los propios países que llevaron a Haití a su situación actual, entiendan como forma irresponsable de su actitud histórica, que la solución a los incuestionables problemas de nuestros vecinos está en unificar la isla.
Como economía somos un referente internacional, pero de ocurrir una acción como esa definitivamente no sólo nos enfrentaríamos a una crisis de gobernabilidad entre enfrentamientos de haitianos y dominicanos, sino que los importantes índices económicos que exhibimos desaparecerían y de una nación ingobernable tendríamos dos, sumidas en el caos total.
Debemos aprovechar nuestra presencia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para establecer claramente que somos socios de Haití, que estamos interesados en que sus instituciones mejoren, que su economía cambie, que somos sin duda la nación que más aporta en términos de nuestra capacidad económica pero que pretender ser una sola isla seria pretender unificar Estados Unidos con México.
Chile acaba de iniciar una deportación masiva de haitianos, hasta el momento no he oído a ninguna organización de derechos humanos protestar contra una acción que cada país soberano tiene todo el derecho de adoptar. De hacerlo nosotros, nos convertimos en el centro de la crítica internacional, esto es porque no hemos sabido de decir bien claro “juntos, pero no reburujados”.