Ser político de oficio, donde sea, requiere de ciertos equilibrio y olfato que no pocas veces colinda con una buena dosis de saber medir los tiempos como aconseja el libro sagrado. O no pocas veces, también, es, como escribiera Weber “un pacto con los demonios” o, más histórico e ilustrativo, la observancia de aquellas 48 leyes, o quizás; y de un modo más práctico, saber ser centauro.
Y es así el oficio de político porque es, además de los deportes, el quehacer humano donde más se expresan o se ponen a prueba: temperamentos, emotividad, carácter, prudencia y la debida forma para llevar los complejos asuntos de los manejos del poder y sus intríngulis.
Por esa realidad universal, la actividad política y su ejercicio profesional, por los políticos, ha recibido, quizás como nunca, ataques demoledores unas veces ganados y otras de otros -variopintos- que procuran su desprestigio para ellos -eso otros-, disfrazados de redentores sociales y éticos, ejercer el oficio sin el más mínimo manejo político de tan compleja y difícil actividad. De ahí los grandes fracasos y desengaños que sufren algunos pueblos.
Porque no hay campo tan fértil y atractivo como la política para fanáticos, estafadores y falsos profetas. Tampoco hay actividad que llame más a la crítica y al escrutinio público, como debe ser. Aunque a veces, tales críticas, la realicen curtidos zorros del arte de traficar con verdades a medias o haciendo de “hacedores de opinión pública” cuando son “políticos de la secreta“, como acuñara el extinto y perspicaz periodista, Rafael Molina Morillo.
En fin, que la política puede acarrear fama y desprestigio al mismo tiempo; pero nada peor que poner cosas de Estado en manos de inexpertos, enfermos o redentores sociales habidos de poder y disfrazados de impolutos. !Ojo, pues!
Por ello, es de vital importancia, antes de incursionar en política, haber recibido una alta dosis de educación cívica-ciudadana -e igual, de historia nacional y universal-, valores éticos-morales y procurar actuar, en el ámbito público y privado, apegado a una ética. Pues la actividad política está poblada de todos tipos de actores sociales…., sino oigamos la amarga experiencia o testimonio que vivió Mario Varga Llosa al incursionar en la política de su país -Perú-1990- y aspirar: “La política real, no aquella que se lee y escribe, se piensa y se imagina -única que yo conocía-, sino la que se vive y practica día a día, tiene poco que ver con las ideas, los valores…”. Y hablamos de un escritor e intelectual, ya podríamos imaginarnos de lo rupestre que a veces resulta “…el arte de lo posible”: la política.