La pobreza, entendida como una situación material de vida insatisfactoria, es un fenómeno multidimensional. Eso significa que se expresa de muchas maneras, pero a la vez tiene múltiples causas.
Algunas de sus manifestaciones más evidentes son la incapacidad de comprar bienes y servicios críticos, habitar una vivienda hecha de materiales de baja calidad, que no protege bien de las temperaturas, el clima y el entorno en general, vivir en condiciones de hacinamiento, no contar con servicios básicos como agua de la red pública, energía y comunicaciones, o que estos servicios sean de mala calidad, y no poder acceder a servicios de salud y educación de calidad. También hay manifestaciones que son menos evidentes como la discriminación, la inseguridad pública y la existencia de barreras en el acceso a la justicia.
Algunas de esas causas más inmediatas de la pobreza y sus manifestaciones son un insuficiente ingreso y un empleo precario; servicios de salud de baja calidad y dificultades de acceso de la población por congestionamiento, distancia o altos costos; servicios de educación de baja calidad o difíciles de acceder por las mismas razones; falta de cobertura de la seguridad social en extensión y también en profundidad (p.e. pocos servicios y medicamentos); programas de protección social insuficientes y/o que no enfrentan las causas de la pobreza; incapacidad y existencia de barreras para adquirir activos productivos como tierra, inmuebles o equipos; no tener documentación por no haber sido registrado o registrada al momento de nacer, lo cual impide acceder a la educación y al trabajo formal; ser discriminada por ser mujer porque la condena a no recibir un salario equivalente al de los hombres por su trabajo, o a no ser considerada tanto como los hombres para los puestos de trabajo; ser violentada por ser mujer porque lastima, afecta profundamente la autoestima e impide la realización plena de sus potencialidades laborales y educativas; y haber estado embarazada y concebido durante la adolescencia porque limita las oportunidades educativas y laborales.
Pero esas causas tienen otras más profundas que tienen que ver con las relaciones de poder. Sin desmedro de otras razones de tipo estructural, institucional o técnica, el balance de poder entre los diversos actores de esta sociedad explica en mucho por qué no hay más empleos, de más calidad y de mayores salarios, por qué los servicios de salud y educación son malos y no cubren lo suficiente, por qué la seguridad social no da suficiente seguridad, por qué los pobres rurales no tienen tierra suficiente y los pobres urbanos no pueden acceder a créditos a pesar de que tengan buenos proyectos de negocios, y por qué las mujeres son discriminadas y violentadas.
Empleos, salarios y poder
No hay suficientes empleos con mejores salarios porque las ganancias en la economía son en parte posible por los bajos salarios, y las alzas salariales encontraran resistencia en quienes se benefician de esa situación.
También porque no se crean suficientes empleos, y eso pasa porque quienes tienen poder para decidir no han optado por dotarnos de políticas que promuevan específicamente actividades económicas que generen empleos. Unos están más interesados mantener y profundizar los esquemas actuales que garantizan sus beneficios económicos que moverse hacia otros esquemas productivos que transformarían la forma de hacer negocios y repartirían los beneficios.
Otros, desde la política, no quieren cambiar los esquemas de incentivos para no hacerse enemigos al enfrentarse a quienes se benefician del estado actual de cosas. Y otros no se atreven a aliviar algunas cargas tributarias y de otra naturaleza para pequeños negocios por miedo a que ellos o el Estado mismo se quede con menos dinero, para lo bueno o para lo malo.
Pero no sólo se trata de las políticas de desarrollo productivo, sino también de las macroeconómicas. Con el objetivo de mantener la inflación lo más cercana posible al 4% y una tasa de devaluación que no supere el 3% por año, las autoridades monetarias aplican una política monetaria muy restrictiva. El resultado es altas tasas de interés real, y limitadas inversiones en la producción, que son las que generan empleos. Ese es un esquema del cual el sector financiero es el gran beneficiario.
Salud, seguridad social y poder
Mayor cobertura de la seguridad social y mejor atención en salud pasa porque el Estado gaste más en salud y seguridad social, porque discipline al personal sanitario y se hagan y se incentive el cumplimiento de los protocolos de atención, por limitar la gran porción del pastel que se apropia el sector financiero al ejercer su rol de administrar riesgos y por disciplinar a los proveedores privados de servicios de salud.
Resolver todo eso requiere ejercer poder, quitar poder y vencer resistencias. Para gastar más hay que recaudar más quitándole recursos a alguien, o gastar menos en otro lado, lo cual perjudica a alguien, incluyendo a actores políticos con poder. Disciplinar al personal sanitario es enfrentarse al poder del gremio, exigir más de las ARS es enfrentarse al poder financiero, y hacerlo con los proveedores privados es enfrentarse a las clínicas, a los laboratorios y al personal médico especializado privado.
Es el poder de esos actores y la negligencia histórica del Estado en contrapesarlo lo que explica la situación.
Educación y poder
Muchas de las barreras para unos servicios de salud de calidad son las mismas que para la educación. Por años lo fue la falta de financiamiento y de determinación para poner el dinero donde de verdad vale. Ahora sigue siendo así, pero en menor medida, y otros problemas similares a los de salud continúan.
Uno de ellos es las limitadas capacidades del personal docente y las resistencias naturales a transformar los métodos de enseñanza, y otras no tan naturales a estar en disposición de hacer el mejor trabajo posible. También están las resistencias a profesionalizar la labor docente por parte de adláteres políticos, como lo vimos en el reciente conflicto entre la ADP y el Ministerio de Educación alrededor de la designación de directores y directoras regionales.
Por décadas, la calidad de la educación pública ha estado comprometida en parte porque el poder político se ha resistido a recaudar y gastar lo suficiente para no afectar intereses, a gastar mejor para no afectar otros, y a incentivar y exigir a maestros y maestras más calidad para no enfrentar al gremio y para no pagar el costo de dignificar y hacer más efectiva la labor docente.
Activos productivos y poder
Si las personas no pobres no tienen activos productivos suficientes que les permitan dejar de serlo, en parte ha sido porque la reforma agraria se quedó en pañales porque muchos poderes resistieron.
También porque el sector financiero prefiere los negocios fáciles y no los más difíciles como los de los pobres con más incertidumbre y menos información, y desde el Estado, los grupos políticos poco se han atrevido en poner recursos públicos que apalanquen las iniciativas de los pobres y subsanen las dificultades naturales que tiene el sector privado para hacer ese trabajo.
Documentación y poder
Casi por definición, las personas indocumentadas no tienen poder. Por ello, quienes lo tienen, tienen pocos incentivos para corregir el hecho de que más de 3% de la población adulta del país no haya sido registrada. Por ello, hay pocas razones, más allá de algún compromiso ético de alguna gente con capacidad de decidir, por cambiar esta situación.
Mujeres y poder
El desempoderamiento de las mujeres tienen causas profundas. Los beneficiarios principales somos los hombres, por supuesto, y nos resistimos, incluso sin ser conscientes de ello, a cambiar la situación y a compartir el poder. Y esto pasa, a pesar de que, además de beneficiarnos, también pagamos altos costos o asumimos altos riesgos por ello, por ejemplo, cuando nos cría una mujer sin capacidades, abusada, discriminada y excluida, cuando una mujer cercana es víctima de abuso o discriminación, o cuando terminamos mal como resultado de nuestras prácticas abusivas. En general, sufrimos viviendo en una sociedad tan desigual, aunque no nos demos cuenta ni lo reconozcamos.
Pero de las desigualdades de género también se benefician, por ejemplo, los sectores de actividad que contratan principalmente mujeres, incluyendo los hogares que lo hacen para servicios domésticos, porque pagan poco por el trabajo que hacen. En general, éstos resisten y resistirían cualquier esfuerzo por nivelar las condiciones entre hombres y mujeres.
La pobreza es una cuestión de poder. Por ello, superarla requiere construir contrapoder. Es la única forma de conquistar y asegurar un bienestar de base amplia a largo plazo.